Vivimos rodeados de tecnología que nos facilita la vida, desde el Smart TV que nos conecta con el mundo hasta los electrodomésticos que nos ahorran tiempo en casa. Sin embargo, esta comodidad a menudo tiene un coste oculto, uno que no siempre se refleja en el precio de compra, sino en la factura de la luz mes tras mes. Pocos sospechan que ese flamante televisor, incluso cuando creemos haberlo apagado, sigue consumiendo energía de forma silenciosa pero constante.
Este fenómeno, conocido como consumo fantasma o ‘standby’, no es nuevo, pero ha adquirido una nueva dimensión con la llegada de los televisores inteligentes. Estos aparatos, verdaderos ordenadores disfrazados de pantalla, están diseñados para estar siempre alerta, listos para obedecer nuestras órdenes al instante o para actualizarse en segundo plano. Y son precisamente esas funciones de conveniencia, activadas por defecto en muchos modelos, las que se convierten en pequeños ‘vampiros’ energéticos que engordan nuestra factura eléctrica sin que apenas nos demos cuenta.
3«OK, TELEVISOR»: LA ESCUCHA ACTIVA Y SU PRECIO OCULTO

Otra característica cada vez más común en los televisores inteligentes es la posibilidad de controlarlos mediante comandos de voz, sin necesidad de tocar el mando a distancia. Funciones como «Ok Google», «Alexa» o asistentes propios de las marcas nos permiten encender el aparato, cambiar de canal o buscar contenido simplemente hablando. Para que esto funcione, el televisor debe estar escuchando constantemente a través de sus micrófonos integrados, esperando la palabra clave de activación.
Esta escucha activa permanente, incluso cuando la pantalla está apagada y el televisor está teóricamente en reposo, requiere que tanto los micrófonos como una parte del procesador dedicada al reconocimiento de voz estén siempre alimentados y funcionando. Este sistema de vigilancia auditiva consume energía de forma continua, sumándose al gasto del modo de inicio rápido si ambos están activados. Aunque la comodidad de dar órdenes verbales a nuestra Smart TV es innegable, tiene un precio energético que pagamos las 24 horas del día, lo usemos o no.