Vivimos rodeados de tecnología que nos facilita la vida, desde el Smart TV que nos conecta con el mundo hasta los electrodomésticos que nos ahorran tiempo en casa. Sin embargo, esta comodidad a menudo tiene un coste oculto, uno que no siempre se refleja en el precio de compra, sino en la factura de la luz mes tras mes. Pocos sospechan que ese flamante televisor, incluso cuando creemos haberlo apagado, sigue consumiendo energía de forma silenciosa pero constante.
Este fenómeno, conocido como consumo fantasma o ‘standby’, no es nuevo, pero ha adquirido una nueva dimensión con la llegada de los televisores inteligentes. Estos aparatos, verdaderos ordenadores disfrazados de pantalla, están diseñados para estar siempre alerta, listos para obedecer nuestras órdenes al instante o para actualizarse en segundo plano. Y son precisamente esas funciones de conveniencia, activadas por defecto en muchos modelos, las que se convierten en pequeños ‘vampiros’ energéticos que engordan nuestra factura eléctrica sin que apenas nos demos cuenta.
1¿APAGADO O SIMPLEMENTE DURMIENDO? EL ENGAÑO DEL STANDBY MODERNO

Cuando pulsamos el botón de apagado en el mando a distancia de nuestro televisor moderno, rara vez lo estamos desconectando por completo de la corriente eléctrica. Lo que realmente hacemos es ponerlo en un estado de reposo o ‘standby’, un limbo electrónico donde el aparato consume una cantidad mínima de energía para mantener ciertas funciones básicas activas. Esto permite, por ejemplo, que el receptor infrarrojo siga funcionando para poder encenderlo de nuevo con el mismo mando, o que un pequeño piloto LED nos indique su estado.
Sin embargo, el ‘standby’ de hoy poco tiene que ver con el de hace unas décadas, especialmente en el caso de una Smart TV. Estos dispositivos necesitan mantener activa la conexión a internet para recibir actualizaciones de software o notificaciones, procesar información en segundo plano o estar listos para funciones más complejas que van más allá de simplemente volver a encender la pantalla. Esta conectividad permanente y la preparación para una reactivación inmediata implican un consumo energético significativamente mayor que el simple piloto rojo de antaño, convirtiendo el reposo en una vigilia de bajo consumo pero constante.