Dejar el coche aparcado en una calle con pendiente es una maniobra cotidiana para miles de conductores en España, tan habitual que a menudo la realizamos casi sin pensar. Sin embargo, un pequeño descuido en este gesto aparentemente trivial puede convertirse en una fuente de problemas serios, y la DGT es clara al respecto, recordándonos las consecuencias de la falta de atención. No hablamos solo de un posible susto o de daños materiales, sino también de una sanción económica que puede mermar nuestro bolsillo de forma inesperada y considerable, todo por no asegurar correctamente el vehículo contra el movimiento involuntario.
Ese gesto mecánico de tirar del freno de mano, a veces realizado con prisas o sin la firmeza necesaria, esconde una responsabilidad crucial para la seguridad vial y la convivencia en nuestras ciudades. La normativa de tráfico es taxativa en este punto, buscando prevenir situaciones de riesgo que, aunque no sean las más frecuentes, pueden tener efectos devastadores cuando ocurren. Comprender la importancia de este detalle y las implicaciones de obviarlo, tanto a nivel legal como práctico, es fundamental para evitar no solo la multa, sino también el profundo disgusto que puede acarrear ver nuestro coche desplazándose sin control cuesta abajo.
1EL DESCUIDO MÁS TONTO (Y CARO) AL DEJAR EL COCHE EN PENDIENTE

El olvido al que se refiere la advertencia no es otro que el de no accionar correctamente el freno de estacionamiento, o hacerlo de manera insuficiente, al dejar el vehículo inmovilizado en una vía inclinada. Parece mentira que algo tan básico siga siendo motivo de sanción, pero la realidad es que las prisas, la distracción o simplemente la falta de costumbre de verificar su correcta aplicación llevan a muchos conductores a cometer este error, un fallo que la simple fuerza de la gravedad puede convertir en un problema grave. La física no perdona, y una pendiente, por ligera que parezca, ejerce una fuerza constante sobre el vehículo que solo un freno bien aplicado puede contrarrestar eficazmente.
Este fallo es especialmente común en conductores menos experimentados o en aquellos que habitualmente no aparcan en zonas con desnivel, subestimando la importancia de asegurar el coche más allá de simplemente poner el freno de mano de forma somera. A veces, se tira de la palanca sin la fuerza necesaria, dejando el mecanismo a medio aplicar y vulnerable a ceder ante el peso del coche, especialmente si la pendiente es pronunciada o si el vehículo permanece estacionado durante un tiempo prolongado. La confianza excesiva en que «no pasará nada» es, en muchas ocasiones, la antesala de una multa evitable y, peor aún, de un incidente que lamentar.