miércoles, 16 abril 2025

Preocupación en La Promesa: un nuevo capítulo que hace temblar los pilares del palacio

El palacio de La Promesa no parece haber seguido el mismo sendero. Las paredes, que han sido las testigos mudas de un dilatado número de dramas, parecen retener la respiración, la misma que sostienen los habitantes de este espacio. La preocupación por el estado de salud de Catalina y su bebé ha recorrido cada uno de sus rinconcitos, saturando el aire de una tensión casi palpable por cada uno de sus rincones.

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Ni los pasillos más recónditos están a salvo, al igual que en la planta noble, donde los señores tratan de disimular su inquietud mediante gestos que quieren aparentar serenidad; en los cuartos de servicio, las miradas furtivas y los murmullos revelan el temor colectivo. Son precisamente en estos momentos de crisis cuando las máscaras caen y se intenta ver hasta donde aguantarán los lazos.

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MARÍA FERNÁNDEZ Y EL VALOR DE LO INVISIBLE

Preocupación en La Promesa: un nuevo capítulo que hace temblar los pilares del palacio
Fuente: RTVE

En la cocina de La Promesa, donde el humo, la atención y los aromas mezclan historias, María Fernández empieza a llorar. No se trata de lágrimas de dolor, sino de gratitud. «Ustedes me salvaron cuando ni yo quería salvarme», dice con la mano apretando entre las manos un trozo de pan recién salido del horno; en aquellos días oscuros que había pasado cuando el hambre y la desesperación la llevaron a robar la vida, los demás fueron los que cubrieron sus turnos y compartieron su ración con ella.

Los demás restan importancia; como siempre. «Aquí nadie se hunde solo», responde uno de los mozos secándose las manos en el delantal. Pero María sabe que su deuda no son favores: su deuda son dignidades. En un mundo donde los poderosos hacen la vista gorda, la solidaridad de los invisibles es el verdadero sustento del palacio. Esa imagen, tan poderosa y, al mismo tiempo, tan íntima, choca con la frialdad de los salones aristocráticos.

La conversación se alza hacia el futuro. «¿Y si un día os necesito de nuevo?», dice ella con un hablar tembloroso. «¡Pues gritarás y vendremos!», expresa la cocinera deteniendo el cuchillo en la tabla con aquello que se denomina firmeza. Pero ahí está la promesa no escrita: no dejarán que caiga. Al repartir la sopa para el servicio, alguien se lanza a cantar una de aquellas coplas viejas que hablan de la esperanza en lo oscuro.

Fuera llueve. Hacia la ventana, María observa de paso lo frágil que es todo. Lo fuerte que puede llegar a ser un grupo unido. Con los goterones marcando las bajadas en los cristales, sonríe por primera vez en varios días. Ha encontrado algo que ni el oro ni los títulos que poseen pueden comprar: un sitio al que pertenecer.


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