miércoles, 16 abril 2025

Preocupación en La Promesa: un nuevo capítulo que hace temblar los pilares del palacio

El palacio de La Promesa no parece haber seguido el mismo sendero. Las paredes, que han sido las testigos mudas de un dilatado número de dramas, parecen retener la respiración, la misma que sostienen los habitantes de este espacio. La preocupación por el estado de salud de Catalina y su bebé ha recorrido cada uno de sus rinconcitos, saturando el aire de una tensión casi palpable por cada uno de sus rincones.

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Ni los pasillos más recónditos están a salvo, al igual que en la planta noble, donde los señores tratan de disimular su inquietud mediante gestos que quieren aparentar serenidad; en los cuartos de servicio, las miradas furtivas y los murmullos revelan el temor colectivo. Son precisamente en estos momentos de crisis cuando las máscaras caen y se intenta ver hasta donde aguantarán los lazos.

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RICARDO Y RÓMULO

Preocupación en La Promesa: un nuevo capítulo que hace temblar los pilares del palacio
Fuente: RTVE

Ricardo de Villamayor en La Promesa no es un hombre a quien le cueste mucho decidir a quién confiar, pues cuando en un circunstancial momento de baja tensión apela a Rómulo, los criados más anciano quedaron rezagados, sujetando sus respiraciones. «¿Puede el hombre cambiar de la noche a la mañana o solo es otra de las artimañas del destino?», interroga el propietario del palacio, enfocado en el mayordomo.

Ana, su esposa, ha cambiado de repente: gestos afables, palabras templadas, una tranquilidad que antes le era ajena. Pero Ricardo, curtido en desengaños, únicamente aprecia un puzzle sin partes. Rómulo escucha, como de costumbre, con la tranquilidad de quien ya ha visto caer imperios. La gente cambia, señor, pero las intenciones suelen dejar huellas», dice Rómulo sin tomar sentencia.

Su diplomacia es el antídoto, pero no es suficiente para calmar el desconfiar de Ricardo, un desconfiar desde el seno en el que cada sonrisa podría dejar bajo el cuchillo que albergase. La conversación toma derroteros más siniestros, Ricardo, con los nudillos blanquecinos como el gres por apretar el bastón, confiesa su mayor temor: «¿Si esto es un teatro para ganar tiempo? ¿Si detrás de esta dulzura hay otra traición?».

Rómulo no le responde de inmediato. Sabe que una palabra mal colocada puede avivar el fuego de la desconfianza. Le aconseja: «Las acciones hablan, señor. Obsérvela por la casa cuando no sepa que la miran. Ahí está la verdad». Ana pasea por el jardín, ajena al huracán que se desata en la mente de su marido.

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