sábado, 19 abril 2025

No es una traición ni un engaño, pero esta microinfidelidad digital está destrozando tu relación sin que te des cuenta

En la era digital, las fronteras de la intimidad y la lealtad parecen difuminarse a golpe de clic. Lo que para unos es una simple interacción social online, para otros puede ser la semilla de una duda corrosiva, un primer indicio de lo que algunos llaman microinfidelidad. Navegar por estas aguas turbulentas requiere una brújula que muchos parecen haber perdido entre notificaciones y ‘me gusta’, creando un caldo de cultivo para malentendidos y resentimientos que minan la base de la confianza en pareja sin que apenas se perciba el peligro hasta que es demasiado tarde.

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No hablamos del clásico affaire clandestino con encuentros furtivos y mentiras elaboradas, sino de esos pequeños gestos digitales, esas conexiones ambiguas que, aunque aparentemente inocentes, pueden minar la confianza más sólida como una gota malaya. Es un terreno pantanoso donde la intención a menudo se disfraza de casualidad o simple amistad virtual, dejando a la pareja que se siente desplazada en un estado de incertidumbre y malestar difícil de verbalizar, precisamente por la dificultad de señalar un acto concreto de traición tradicional, aunque el daño emocional sea igualmente real y palpable.

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«SÓLO SON AMIGOS» Y OTRAS EXCUSAS: LA NEBLINA DE LA NEGACIÓN EN LA MICROINFIDELIDAD

Fuente: Freepik

Una de las características más perniciosas y frustrantes de la microinfidelidad es su inherente ambigüedad, lo que facilita enormemente la negación y la minimización por parte de quien la practica, consciente o inconscientemente. Frases manidas como ‘es solo una amiga/o’, ‘no significa absolutamente nada para mí’ o la clásica acusación de ‘estás exagerando y eres demasiado celoso/a’ son defensas comunes y muy efectivas que invalidan por completo los sentimientos legítimos de la pareja y evitan asumir cualquier tipo de responsabilidad sobre el impacto de las propias acciones. Esta sistemática falta de reconocimiento impide abordar el problema de raíz de forma constructiva y perpetúa el doloroso ciclo de daño emocional y desconfianza creciente.

A veces, la negación no se dirige únicamente hacia la pareja, sino que también opera como un mecanismo de autoengaño para la propia persona inmersa en estas dinámicas digitales ambiguas. Puede que el individuo que incurre en la microinfidelidad no sea plenamente consciente del alcance real del impacto de sus actos en su compañero sentimental, o que se autoengañe activamente pensando que mientras no cruce ciertas líneas rojas consideradas ‘mayores’, como el contacto físico o el sexo explícito, todo está permitido y es inofensivo. Reconocer honestamente que una microinfidelidad está ocurriendo y está dañando la relación requiere una introspección y una honestidad personal que puede resultar profundamente incómoda o incluso dolorosa de afrontar.


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