Embarcarse en la aventura de perder peso es, para muchos, un camino lleno de buenas intenciones y, a menudo, de trampas inesperadas escondidas a plena vista en el supermercado. Todos conocemos esa sensación de esfuerzo constante, de elegir lo que parece más sano, lo etiquetado como ‘light’ o ‘cero’, y sin embargo, la báscula se niega a reflejar el sacrificio invertido en las dietas. Es frustrante constatar cómo, a pesar de seguir las pautas que creemos correctas, los resultados no llegan, o peor aún, se produce el efecto contrario al deseado, acumulando kilos sin entender muy bien por qué. La clave, muchas veces, reside en esos alimentos que consideramos aliados pero que, en realidad, actúan como saboteadores silenciosos de nuestros objetivos.
El concepto de ‘falso amigo’ nutricional es más común de lo que pensamos y se aprovecha de nuestra búsqueda de opciones rápidas y aparentemente saludables para cuidarnos. Vivimos en una era donde el marketing alimentario juega un papel crucial, vistiendo de cordero a lobos calóricos que se camuflan bajo etiquetas prometedoras, haciéndonos creer que estamos tomando la decisión correcta para nuestra línea y bienestar. Desde yogures que pregonan ser ‘0% materia grasa’ pero ocultan cantidades ingentes de azúcar, hasta ensaladas que, aderezadas sin mesura, superan en calorías a una hamburguesa completa, el catálogo de engaños es extenso y requiere de un ojo crítico y bien informado para no caer en ellos. Desentrañar estos mitos es fundamental para que el esfuerzo por llevar una vida más sana no se vea boicoteado por elecciones alimentarias equivocadas basadas en apariencias.
5EL PANORAMA OCULTO DE LOS ‘LIGHT’ Y ‘SIN AZÚCAR AÑADIDO’

Las etiquetas ‘light’, ‘zero’, ‘bajo en grasa’ o ‘sin azúcares añadidos’ inundan los lineales del supermercado, prometiendo versiones más saludables de nuestros productos favoritos y facilitando, en teoría, la adherencia a diversas dietas. Sin embargo, estas denominaciones están reguladas por normativas específicas que no siempre coinciden con la percepción intuitiva del consumidor. Un producto ‘light’, por ejemplo, solo necesita tener un 30% menos de un nutriente específico (normalmente grasa o calorías) que su versión original, lo cual no significa necesariamente que sea bajo en ese nutriente en términos absolutos o que no se haya compensado con otro, como el azúcar o el sodio. De manera similar, ‘sin azúcares añadidos‘ indica que no se ha agregado azúcar durante el proceso, pero el producto puede contener azúcares naturalmente presentes (como la lactosa en la leche o la fructosa en la fruta) o edulcorantes artificiales.
Por tanto, confiar ciegamente en estas alegaciones frontales sin profundizar en la información nutricional completa es un error que puede costar caro en términos de salud y control de peso. La lectura crítica de la lista de ingredientes (cuanto más corta y reconocible, generalmente mejor) y de la tabla nutricional por 100 gramos o por porción es indispensable para tomar decisiones informadas y evitar los ‘falsos amigos’. Es importante comparar productos similares y entender qué significa realmente cada etiqueta en el contexto de nuestras necesidades y objetivos. Al final del día, **la base de una alimentación saludable y sostenible, incluso siguiendo diferentes tipos de **dietas, suele residir en el consumo predominante de alimentos frescos y poco procesados, como frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, carnes magras y pescados, donde la naturaleza del alimento es clara y no requiere de etiquetas confusas para aparentar lo que no es. Aprender a identificar estos engaños es clave para el éxito a largo plazo de cualquier plan nutricional o estilo de vida saludable, especialmente cuando se busca gestionar el peso con dietas específicas.