martes, 15 abril 2025

La OCU alerta sobre la nueva trampa psicológica en las ofertas ‘irresistibles’

El universo del consumo moderno es una jungla fascinante, llena de reclamos luminosos y promesas de ahorro que tientan hasta al comprador más precavido. Nos encanta sentir que hacemos un buen negocio, que conseguimos ese objeto deseado por menos de lo que esperábamos, pero ¿son todas las ofertas tan ventajosas como parecen? La Organización de Consumidores y Usuarios, más conocida por sus siglas OCU, ha vuelto a poner el foco en una técnica de marketing tan vieja como efectiva, aunque ahora revestida de nuevas estrategias digitales: el anclaje de precios. Esa sensación de triunfo al ver un descuento abultado podría ser, en realidad, el resultado de una cuidada maniobra psicológica diseñada para nublar nuestro juicio y abrir nuestra cartera sin que apenas nos demos cuenta.

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Esta táctica, lejos de ser un recurso aislado, se ha convertido en una herramienta omnipresente en escaparates físicos y virtuales, aprovechando nuestra tendencia natural a aferrarnos a la primera información que recibimos. El anclaje de precios funciona mostrando un precio original notablemente elevado junto al precio rebajado, creando así un contraste que magnifica la percepción del descuento. Aunque el precio final pueda ser razonable, o incluso no tan bajo como en otras tiendas, la comparación con ese «precio de referencia» inflado nos hace creer que estamos ante una oportunidad única e irrepetible. Es un juego mental sutil pero poderoso, una trampa invisible que apela directamente a nuestro instinto cazador de gangas, y sobre la cual la OCU insiste en mantenernos alerta para evitar decisiones de compra impulsivas y poco meditadas.

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EL CEREBRO ANTE LA OFERTA: DESCIFRANDO EL ANCLAJE DE PRECIOS

Fuente Freepik

El anclaje de precios no es más que la aplicación práctica de un conocido sesgo cognitivo, un atajo mental que nuestro cerebro utiliza para tomar decisiones rápidas. Cuando nos enfrentamos a una decisión de compra y vemos un precio inicial, ese número actúa como un «ancla» mental, condicionando todas las valoraciones posteriores sobre el producto. Aunque ese primer precio sea completamente arbitrario o esté inflado artificialmente, nuestra mente tiende a usarlo como punto de partida para juzgar si el precio final es bueno o malo. Esta dependencia de la información inicial es explotada por los vendedores para hacernos percibir un valor superior en la oferta, independientemente del valor real del artículo o de su precio en otros establecimientos. Es una estrategia que apela a nuestra parte menos racional, la que se deja llevar por la impresión inmediata.

La efectividad de esta técnica reside en su simplicidad y en lo profundamente arraigado que está este sesgo en nuestra forma de procesar la información numérica y de valor. Pongamos un ejemplo claro: un abrigo marcado inicialmente a 300 euros que ahora se ofrece por 150 euros parece una ganga extraordinaria. Sin embargo, si ese mismo abrigo se presentara directamente a 150 euros sin referencia previa, nuestra percepción del ahorro sería mucho menor, incluso podríamos considerarlo caro. El «ancla» de los 300 euros, aunque quizás nunca fuera su precio real de mercado o solo lo fuera por un periodo insignificante, ha hecho su trabajo: distorsionar nuestra valoración y empujarnos hacia la compra con la sensación de haber sido muy listos. La OCU señala que esta práctica es especialmente común en periodos de rebajas o en días señalados de grandes descuentos.

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