El verano aprieta y con él, la factura de la luz amenaza con darnos otro susto morrocotudo, especialmente si somos de los que no perdonamos una buena siesta con el aire acondicionado a pleno rendimiento. Es un círculo vicioso conocido, buscamos el frescor para sobrevivir al calor asfixiante, pero luego temblamos al ver el recibo eléctrico, un temor que según la OCU comparten miles de hogares españoles cada temporada estival. Sin embargo, existe un detalle en esa misma factura, a menudo ignorado, que podría ser la llave maestra para aligerar ese gasto sin necesidad de pasar calor ni de hacer complejos malabares con el consumo.
Hablamos de la potencia contratada, ese término técnico que suena a chino para muchos pero que tiene un impacto directo y constante en lo que pagamos mes a mes, usemos mucho o poco la electricidad. Ajustar este valor a nuestras necesidades reales, sobre todo cuando aparatos de gran consumo como el aire acondicionado entran en juego, puede suponer un alivio considerable para el bolsillo. No se trata de magia, sino de entender cómo funciona nuestro contrato eléctrico y optimizarlo, una tarea en la que la información y el análisis detallado son cruciales para no pagar ni un céntimo de más por una capacidad que quizás no necesitamos realmente.
1¿QUÉ ES LA POTENCIA CONTRATADA Y POR QUÉ DEBERÍA IMPORTARTE UN PIMIENTO?

Entender la factura de la luz a veces parece misión imposible, un galimatías de conceptos técnicos que nos deja más perdidos que un pulpo en un garaje. Sin embargo, hay un término que conviene grabar a fuego: la potencia contratada. Explicado de forma sencilla, es como el ancho de banda de nuestra conexión eléctrica doméstica; determina cuántos electrodomésticos podemos tener funcionando al mismo tiempo sin que salten los plomos, técnicamente conocido como Interruptor de Control de Potencia o ICP, que actúa como guardián de nuestra instalación. Este valor, medido en kilovatios (kW), no tiene que ver con cuánta energía consumimos en total (eso son los kilovatios hora, kWh), sino con la demanda máxima simultánea que nuestra instalación puede soportar y que hemos pactado con la compañía eléctrica.
Lo crucial de la potencia contratada, y aquí reside la miga del asunto para nuestro bolsillo, es que conforma una parte fija de la factura eléctrica, un coste que pagamos sí o sí, independientemente de si hemos estado de vacaciones todo el mes o hemos tenido la casa funcionando a pleno rendimiento. Es un alquiler por tener disponible esa capacidad máxima de conexión, y cuanto mayor sea esa potencia contratada, más pagaremos en este término fijo cada mes. Por eso, tener contratada más potencia de la que realmente necesitamos es, literalmente, tirar el dinero por la ventana, un despilfarro silencioso que engorda nuestra factura sin que nos demos cuenta, algo que organizaciones como la OCU no se cansan de señalar. Ajustarla correctamente es el primer paso inteligente hacia el ahorro.