jueves, 17 abril 2025

Tobillos hinchados por la noche: el aviso que tu corazón quiere darte

Llegar al final del día y notar los pies y tobillos como botas de plomo es una sensación que muchos reconocen, especialmente tras jornadas maratonianas de pie o sentados. Sin embargo, cuando esa hinchazón se convierte en una constante nocturna, apareciendo o empeorando significativamente al caer el sol o tras periodos de reposo, podríamos estar ante algo más que simple cansancio acumulado; podría ser una señal sutil, un primer susurro de que algo no va del todo bien en el sistema circulatorio, y quizás, un aviso temprano relacionado con nuestro corazón. Prestar atención a estas señales corporales, por leves que parezcan, es fundamental para cuidar nuestra salud a largo plazo y no pasar por alto mensajes que el cuerpo nos envía.

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Este fenómeno, conocido médicamente como edema vespertino o nocturno en las extremidades inferiores, merece una observación más detenida si se presenta de forma recurrente y sin una causa obvia como un golpe o una torcedura. Lejos de ser una mera molestia estética o una incomodidad pasajera, la persistencia de los tobillos hinchados específicamente por la noche puede indicar desequilibrios internos, entre los que destaca la posibilidad de una función cardíaca comprometida en sus etapas iniciales. Comprender por qué ocurre y qué mecanismos fisiológicos están implicados es el primer paso para valorar adecuadamente la situación y decidir si es momento de buscar consejo médico profesional, algo siempre recomendable ante síntomas persistentes e inexplicables.

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¿POR QUÉ BAILAN MIS TOBILLOS AL CAER LA NOCHE? EL MISTERIO DE LA HINCHAZÓN VESPERTINA

Fuente Freepik

La hinchazón en los tobillos y pies, técnicamente llamada edema periférico, se produce por una acumulación anormal de líquido en los tejidos intersticiales, es decir, en los espacios que rodean a las células. Durante el día, la fuerza de la gravedad juega un papel crucial, especialmente si pasamos muchas horas de pie o sentados con las piernas colgando, dificultando el retorno venoso de la sangre desde las extremidades inferiores hacia el centro del cuerpo. Este fenómeno provoca un aumento de la presión hidrostática en los capilares sanguíneos más distales, favoreciendo la filtración de líquido hacia los tejidos circundantes y resultando en esa visible y a veces molesta hinchazón.

Al llegar la noche y adoptar una posición horizontal para descansar o dormir, la influencia de la gravedad sobre la circulación en las piernas disminuye considerablemente. En condiciones normales, esto debería facilitar el drenaje del exceso de líquido acumulado y la reducción de la hinchazón; sin embargo, si existe un problema subyacente que afecta al equilibrio de fluidos o a la capacidad del sistema circulatorio para gestionar ese retorno, la hinchazón puede persistir o incluso hacerse más evidente al final de la jornada. Es precisamente esta falta de resolución o el empeoramiento nocturno lo que debe encender una luz de alarma y llevarnos a considerar otras posibles causas más allá del simple efecto postural diurno.

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