martes, 15 abril 2025

Antoñito permanece en ‘La Promesa’ pero sin lograr su objetivo

La luz del sol logra abrirse paso a través de los cortinajes de La Promesa, pero resulta incapaz de eliminar del todo las sombras que se ciernen sobre sus habitantes. Antoñito prosigue su periplo, circunstancia en la que su presencia no es capaz de llegar a curar las heridas abiertas.

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El capítulo 573 de la exitosa serie nos introduce en una espiral vertiginosa de amor y odio: rechazos que duelen, sospechas que envenenan y pequeños gestos de cariño que, tratando de abrirse paso entre tanta tensión, también se discuten intensamente. Mientras algunos personajes intentan reconstruir lo ya vivido, otros se aferran a la añoranza y a los rencores que amenazan con hacer volar por los aires la posibilidad de la paz.

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EL PASEO DE ALONSO Y LEOCADIA

Antoñito permanece en 'La Promesa' pero sin lograr su objetivo
Fuente: RTVE

No es necesario que mencionemos algo tan trivial y cotidiano como el ramo de flores que puede incluso convertirse en un arma. Alonso llega de su encuentro con Leocadia y esboza una sonrisa que no ha podido esbozar durante meses, pero Lorenzo llega a interpretarla como una provocación. «¿Qué busca tal mujer?», puede oírse murmurar a Lorenzo mientras se ajusta el chaleco, porque Lorenzo para nada cree en las coincidencias, solo discierne estrategias; porque para Lorenzo no hay sentimientos, sino intereses.

Y en este caso Lorenzo interpreta la voluntad de Leocadia como opuesta a la necesidad de Alonso de conseguir el corazón de la mujer de la que lleva enamorado desde el primer capítulo, sino de su influencia. Leocadia, para el espectador, parece ser ajena a la suspicacia que genera. ¿Es realmente Leocadia una ingenua? ¿O se trata, por el contrario, de una maestra del disimulo?

La serie se divierte con esta ambigüedad, mostrando tanto su risa inocente como su mirada calculadora. El propio espectador se pregunta el interés que puede generar en Alonso, si es el de un interés romántico o bien el de algo más oscuro oculto tras esos paseos de atardecer. Alonso, inmerso en la escena, es el único que no parece o no llega a detectar las alarmas que emiten los otros personajes.

Para él, Leocadia es un soplo de aire fresco tras tantas obligaciones, aunque la ingenuidad de Alonso puede pasarse de la raya, le puede salir cara. Por un lado, Lorenzo parece moverse como un sabueso; por el otro, Leocadia emite sonrisas misteriosas; mientras Alonso avanza sin darse cuenta de que camina sobre una mina. Y, en La Promesa, los fallos asociados a la confianza se pagan siempre.


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