La luz del sol logra abrirse paso a través de los cortinajes de La Promesa, pero resulta incapaz de eliminar del todo las sombras que se ciernen sobre sus habitantes. Antoñito prosigue su periplo, circunstancia en la que su presencia no es capaz de llegar a curar las heridas abiertas.
El capítulo 573 de la exitosa serie nos introduce en una espiral vertiginosa de amor y odio: rechazos que duelen, sospechas que envenenan y pequeños gestos de cariño que, tratando de abrirse paso entre tanta tensión, también se discuten intensamente. Mientras algunos personajes intentan reconstruir lo ya vivido, otros se aferran a la añoranza y a los rencores que amenazan con hacer volar por los aires la posibilidad de la paz.
1ANTOÑITO Y SIMONA, UN AMOR NO CORRESPONDIDO

Es una distancia insalvable y blanca la que existe entre un «te quiero» y un «perdóname». Antoñito vive bajo el mismo techo que Simona, pero, día a día, los dos parecen más alejados. Hay una cruel ironía en que comparten mesa, pero no conversación, viven juntos, pero no en la misma realidad.
Ella cocina, él observa; él intenta hablar, ella se enreda en el trabajo. Se podría pensar que están en un baile de evasiones, donde el silencio es la única música que saben bailar Lope acaba por ver cómo se desliza en el desgaste, de no ser más un confidente a ser un puente quebradizo entre ambos, donde sus palabras son el último recurso para que la soga no se ciña demasiado: «Ella no sabe por dónde coger el perdón», le dice a Antoñito en un momento de crueza, revelando con ello una dolorosa verdad.
Simona no solamente tiene una pelea con su hijo, sino que tiene una pelea consigo misma. ¿Qué pesa más en su resistencia? ¿El dolor por el abandono o el miedo de volver a confiar? En pequeños detalles (por ejemplo, un plato olvidado en su habitación, un intercambio de miradas furtivas, etc.), la serie nos deja entrever que, a pesar de que el amor esté herido, está claro que no ha muerto.
En contraposición, el orgullo supone un vendaje muy apretado, y cada día que pasa sin que haya acercamiento, cada día que pasa sin que haya reconciliación con la otra persona, va haciendo más costosa la cicatriz. La cuestión ya no se centra en si Antoñito va a lograr el objetivo que se había propuesto, sino en cuántos días más van a poder sobrellevar esta mecánica antes de que dé la impresión de que uno de los dos se rompe.