Esa sensación persistente de hinchazón, esa pesadez abdominal que no parece corresponderse con lo que marca la báscula ni con los esfuerzos por mantener una dieta equilibrada, es una queja cada vez más común en la consulta del médico y en las conversaciones cotidianas. Muchos lo achacan directamente al exceso de grasa corporal o a esos kilos de más que se resisten a desaparecer, sin embargo, la causa podría ser mucho más sigilosa y encontrarse oculta en ingredientes que consumimos a diario, a menudo sin ser conscientes de su impacto real en nuestro organismo. Es hora de mirar más allá del espejo y adentrarnos en las complejidades de nuestra cesta de la compra y nuestra despensa.
La realidad es que ciertos componentes habituales en la alimentación moderna, lejos de contribuir directamente al aumento de peso visible, están generando una inflamación interna, un estado de irritación silenciosa que se manifiesta externamente con síntomas como la hinchazón, el malestar digestivo e incluso una sensación general de fatiga o falta de energía. El foco de atención se desvía así de la cantidad para centrarse en la calidad de lo que ingerimos, señalando directamente a unos sospechosos habituales presentes en multitud de productos procesados y en muchas cocinas: los aceites vegetales refinados, como los de girasol o maíz, cuyo impacto va mucho más allá de las calorías que aportan.
1EL ENEMIGO SILENCIOSO EN TU DESPENSA: LOS ACEITES REFINADOS AL DESCUBIERTO

Los aceites vegetales refinados, como el de girasol, maíz, soja o colza, son omnipresentes en nuestra alimentación actual, encontrándose en una vasta gama de productos procesados, desde bollería industrial y snacks hasta platos precocinados y salsas. Su popularidad se debe en gran medida a su bajo coste de producción y a su sabor neutro, características que los hacen muy versátiles para la industria alimentaria. Sin embargo, el proceso de refinado al que son sometidos implica altas temperaturas, el uso de disolventes químicos como el hexano y procesos de blanqueamiento y desodorización que alteran drásticamente su estructura molecular original y eliminan gran parte de sus compuestos beneficiosos naturales.
Este tratamiento intensivo no solo despoja a los aceites de vitaminas y antioxidantes, sino que también puede generar compuestos potencialmente perjudiciales, como las grasas trans residuales, y sobre todo, provocar la oxidación de los ácidos grasos poliinsaturados, especialmente los omega-6. El resultado es un producto final muy alejado del aceite original extraído de la semilla, un ingrediente que promueve un estado proinflamatorio en el cuerpo cuando se consume de forma habitual. Esta inflamación crónica de bajo grado es la que, a menudo, se esconde detrás de esa molesta sensación de hinchazón y malestar digestivo que erróneamente atribuimos a otras causas.