sábado, 19 abril 2025

El gesto de antes de dormir que sabotea tu descanso desde hace años

Muchos nos quejamos de no descansar bien, de dar vueltas en la cama sin encontrar esa paz necesaria que nos recargue las pilas para el día siguiente. A menudo buscamos culpables exóticos, pero la respuesta podría estar en un gesto cotidiano que afecta directamente nuestra capacidad para dormir profundamente. Ignoramos señales claras que nuestro cuerpo nos envía, achacando el cansancio a mil factores externos sin mirar hacia una de las rutinas más arraigadas y, a veces, más perjudiciales de nuestra jornada: la última comida del día. Esta cena, realizada sin la debida atención al reloj ni al contenido del plato, puede convertirse en el principal saboteador de nuestras noches, minando nuestra energía vital de forma silenciosa pero constante a lo largo de los años, sin que apenas nos demos cuenta del origen real del problema que nos impide un reposo verdaderamente efectivo.

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Ese hábito, casi un ritual para algunos, de cenar tarde y de forma abundante es precisamente el protagonista silencioso de muchas noches en vela o de despertares poco reparadores. Puede que lleve años formando parte de tu rutina, una costumbre tan integrada que ni siquiera sospechas de su influencia negativa en la calidad de tu descanso nocturno. La digestión es un proceso que requiere energía y tiempo, y someter al cuerpo a esa tarea justo cuando debería prepararse para el reposo es como pedirle a un corredor que sprinte justo antes de tumbarse a descansar para recuperar fuerzas. Las consecuencias, aunque sutiles al principio, se acumulan y minan nuestra vitalidad día tras día, creando un círculo vicioso de cansancio y mal descanso que afecta a múltiples facetas de nuestra vida cotidiana, desde el rendimiento laboral hasta nuestro estado de ánimo general.

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EL RELOJ BIOLÓGICO DESAJUSTADO: CENAR TARDE CONFUNDE A TU CUERPO

Fuente Freepik

Nuestro cuerpo opera siguiendo unos ritmos circadianos, un reloj biológico interno que regula ciclos como el de sueño-vigilia, la temperatura corporal o la liberación de hormonas esenciales para el correcto funcionamiento del organismo. Cenar muy tarde envía una señal confusa a este sistema tan delicadamente equilibrado, indicándole que es momento de actividad y digestión cuando debería estar preparándose para la inactividad y la reparación nocturna. Esta disonancia altera la producción de melatonina, la hormona clave para dormir y regular los ciclos de sueño, y mantiene elevados los niveles de insulina, interfiriendo con los patrones naturales que favorecen un descanso saludable y profundo. Es como intentar poner el reloj en hora de verano e invierno al mismo tiempo, generando un caos interno que pasa factura.

La alteración constante de estos ritmos biológicos no solo se traduce en dificultades para dormir o en un sueño de peor calidad, con despertares frecuentes y sensación de no haber descansado lo suficiente. A largo plazo, esta desincronización puede tener efectos más profundos en nuestra salud general, contribuyendo a problemas metabólicos, aumento de peso e incluso un mayor riesgo de desarrollar ciertas enfermedades crónicas. El cuerpo necesita regularidad y coherencia en sus señales internas para funcionar correctamente; bombardearlo con estímulos contradictorios, como una cena pesada a deshoras, es un camino seguro hacia el desequilibrio y el deterioro paulatino de nuestra salud. Descansar bien es fundamental para la salud integral, un pilar que sostenemos con nuestros hábitos diarios, especialmente los nocturnos.


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