El paso del tiempo, ese compañero inevitable de viaje, trae consigo experiencias, sabiduría y, seamos sinceros, algunos achaques que antes ni imaginábamos. Una de las preocupaciones silenciosas que suele aparecer rondando la cuarentena es la salud de nuestros huesos, esa estructura interna que nos sostiene pero que, sin el cuidado adecuado, puede empezar a perder fortaleza de manera casi imperceptible. Pensar en fracturas o en la temida osteoporosis puede parecer lejano, pero es precisamente en esta etapa vital cuando sentar las bases para un esqueleto robusto se convierte en una tarea fundamental, no una opción.
Afortunadamente, no todo son malas noticias ni resignación ante el calendario. Existe una fórmula probada, una especie de ‘pegamento’ biológico que podemos activar para mantener nuestra estructura ósea en plena forma, incluso desafiando el DNI. Hablamos de un tipo específico de ejercicio físico, ese que implica cierto impacto controlado o el desafío de la fuerza muscular, que actúa como un verdadero estímulo para que nuestro cuerpo siga fabricando y reforzando el tejido óseo. Lejos de ser una quimera, es una estrategia accesible y eficaz para blindar nuestro futuro y seguir disfrutando de la vida con agilidad y resistencia, asegurando que nuestros cimientos permanezcan sólidos durante muchos años más.
1¿POR QUÉ NUESTRO ARMAZÓN INTERNO PIERDE FUELLE CON LOS AÑOS?

El esqueleto humano es una estructura fascinante, viva y en constante remodelación a lo largo de nuestra existencia. Durante la juventud, el proceso de formación ósea supera al de destrucción, permitiendo que alcancemos nuestra máxima densidad ósea generalmente antes de los treinta años. Sin embargo, a partir de esa cumbre, la balanza empieza a inclinarse sutilmente hacia el lado de la pérdida, un proceso natural que se acelera significativamente a partir de los 40 o 50 años, especialmente en las mujeres tras la menopausia debido a los cambios hormonales.
Este declive no es únicamente una cuestión hormonal o de edad; el estilo de vida juega un papel crucial y a menudo subestimado. El sedentarismo, tan común en nuestra sociedad moderna, es uno de los grandes enemigos de una buena salud ósea, ya que la falta de estímulos mecánicos adecuados ‘adormece’ a las células encargadas de generar nuevo tejido óseo, los osteoblastos. Una dieta pobre en calcio y vitamina D, el consumo de tabaco o el exceso de alcohol también contribuyen negativamente, debilitando la estructura interna de nuestros huesos y acelerando su deterioro silencioso pero constante si no tomamos cartas en el asunto activamente.