El palacio de Luján empieza a experimentar una nueva tormenta de emociones en La Promesa. La desaparición de un niño y las intrigas de poder, un duelo que podría tener como resultado final la voladura de una familia son los ejes del capítulo 572, que se lanza el martes 8 de abril. Mientras unos personajes buscan mantener el control, otros buscan cruzar terrenos peligrosos; terrenos en donde la realidad podría ser más dolorosa que el silencio.
En esta entrega, sobresale una decisión que hará temblar a los telespectadores de la ficción: Curro va a profanar la tumba de Jana, con la finalidad de descubrir qué es lo que le ha pasado a su hermana. Un extremo que promete tener efectos impredecibles. Entre tanto, los amores rotos y las alianzas inesperadas se yuxtaponen con unas heridas sin cerrar, en una trama donde nadie es seguro.
2AMOR, ORGULLO Y DECISIONES IRREVERSIBLES

En otro frente, Lorenzo vuelve a poner de manifiesto su destreza para amontonar la discordia. Sus palabras envenenadas calan en Jacobo, quien comienza a poner en duda su relación con Martina. «Eres un hombre o un títere de tu prometida», le escupe el conde, dejando una creciente semilla de duda que llegará a desgastar la unión del compromiso. Herido en el orgullo, Jacobo se marcha a casa de sus padres, donde no sabe si se va en busca de respuestas que tarde o temprano no sabrá a lo mejor escuchar.
Martina, al enterarse de la marcha de Jacobo, reacciona con una mezcla de enfado y dolor. No entiende cómo ha podido dejarse influir por Lorenzo, un hombre que siempre ha repudiado su condición de pareja, pero no solo es enfado: hay miedo, porque sabe que si Jacobo se aleja puede no volver. Su perspectiva de futuro se encuentra en un hilo, y solo una explicación sincera podrá salvarles.
Mientras tanto, Catalina se aferra a su obstinación como una coraza contra el dolor. Se niega a dejar que Manuel, Martina y Alonso le examinen; ignora que su enfermedad es evidente a la vista de todos. Su rechazo de Adriano es de la misma guisa. Pero Adriano no se da por vencido, y ante la negativa va a buscar a Samuel, preguntándole si existe algún modo de llegar al corazón de la joven Catalina.
El sacerdote le habla de paciencia y de perdón, aunque también en el sentido de la aceptación de las batallas perdidas, pues entonces surge esta pregunta: ¿Está Adriano luchando por amor o por orgullo? Catalina, en los vertiginosos torbellinos de su vida, sigue sumergiéndose en ellos, negándose a pensar que puede morir siendo obstinada.
Mientras, entre tanto torbellino de emociones, Antoñito sigue siendo una mera pieza de juego en un tablero emocional de La Promesa.
El rencor que hay entre madre e hijo se vuelve más denso que la bruma de Luján, y Rómulo se lo recuerda. Samuel apela para afrontar los rencores y pone en marcha un nuevo encuentro. ¿Serán suficientes dos encuentros en los que no afloran las palabras, para vencer el silencio detrás de las palabras? Un encuentro del hijo y la madre agazapados por lo que no dicen, que va lleno de miradas elocuentes y palabras atragantadas. Antoñito denuncia; ella se defiende: y ambos aparecen mucho más heridos que antes.