sábado, 19 abril 2025

‘La Favorita 1922’: Una desagradable sorpresa espera a los protagonistas

El Madrid de los años veinte no perdona y las protagonistas de la Favorita 1922 están a punto de darse cuenta de ello de la manera más brutal. Desde la desesperada búsqueda de Pelayo, han llegado a un laberinto de mentiras, de deseos ocultos y peligros imprevistos. Por cada paso que avanzan se acercan a una verdad que puede que no estén preparadas para descubrir.

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En el último episodio, la desaparición de Pelayo provoca la cadena de una serie de reacciones que han ido dejando las cartas de los personajes al descubierto: Cecilia, la más reservada, sorprende por dejar ver, en billares y hombres moralmente cuestionables, la mujer que es; Elena intenta equilibrar sus obligaciones con su trabajo, su relación con Julio y la atracción que la desborda.

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JUEGOS DE PODER Y CONFESIONES FORZADAS

'La Favorita 1922': Una desagradable sorpresa espera a los protagonistas
Fuente: Mediaset

Ana siempre ha sido una mujer de acción y, en este momento, no está dispuesta a quedarse con los brazos caídos. Cansada de las evasivas de la mujer, decide provocarla para que reconozca el sentimiento que todos creen que es cierto: su amor por el hombre. «¿Hasta cuándo vas a huir de lo que puedes sentir?», le espeta Ana, en un momento de gran carga eléctrica. El clima entre las mujeres es denso, como si la palabra que soltaran fuera un hilo que, al tirarlo, pudieran deshacer la farsa.

Pero no solo Cecilia esconde secretos en La Favorita 1922. Lourdes, después de tratar su secreto en el epílogo del acto, entrega a Rosa que tiene una enfermedad y que le pida silencio. Rosa promete que no lo contará, con una condición: que Lourdes busque ayuda médica de inmediato. El miedo que hay en sus ojos es evidente, pero también hay otra cosa: hay demasiada determinación, como si finalmente hubiera llegado al acuerdo de que queda poco tiempo. A pesar de eso, Lourdes entra en una discusión con Miguel que le hace gritar en la entrada de la habitación y hace que Fermín los contenga en una discusión que hace salir a la luz los rencores acumulados.

En La Favorita de 1922, el lenguaje no hablado puede ser tan peligroso como llegar a los actos. Cada personaje lleva algo que lo corroe por dentro: amores no correspondidos, enfermedades no reveladas y decepciones del pasado. La llegada de Roberto, entonces, no pasa desapercibida para Ana, que inmediatamente lo identifica como el joven problemático al que habían echado del cabaret semanas atrás; su aparición no es casual ni fortuita; amenaza con abrir viejas acomplejadas heridas entre los personajes.

La tensión aumenta durante la cena en el restaurante en la que Elena, entonces, llega a acusar a Julio de que su relación con Lola la ha hurtado; un que no llega a herir «a ese viejo amigo que ni él mismo llegó a tener». Las palabras duelen más que una pedrada, a lo que Elena percibe que de forma involuntaria ha cruzado una frontera por la que no hay marcha atrás, con lo que ya ha perdido para siempre la confianza de la única persona que realmente la ha dado a entender.


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