domingo, 20 abril 2025

El gesto diario con el lavavajillas que te puede costar caro

El electrodoméstico que revolucionó las cocinas españolas hace ya unas cuantas décadas sigue siendo uno de los pilares del confort doméstico moderno. La promesa de platos limpios sin esfuerzo manual es un canto de sirena al que pocos se resisten, liberando un tiempo precioso que antes se perdía fregadero en ristre. Este aparato, el lavavajillas, se ha integrado de tal manera en nuestra rutina que a menudo operamos con él en piloto automático, repitiendo gestos y hábitos sin cuestionar si son los más adecuados o eficientes.

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Sin embargo, esa misma confianza y automatismo pueden jugarnos malas pasadas, convirtiendo pequeños descuidos diarios en una fuente de gastos inesperados o en una reducción significativa de la vida útil del aparato. Creencias populares erróneas, prisas al cargar la vajilla o un desconocimiento de las funciones específicas de nuestro modelo pueden hacer que ese supuesto ahorro de tiempo y esfuerzo se traduzca, a la larga, en facturas de agua y luz más abultadas, reparaciones costosas o, simplemente, en una limpieza deficiente que nos obliga a repasar los platos a mano. Comprender cómo funciona realmente nuestro lavavajillas y evitar ciertos errores comunes es clave para exprimir al máximo sus beneficios sin llevarnos sorpresas desagradables.

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PEQUEÑOS GESTOS, GRANDES DESASTRES: OTROS ERRORES FRECUENTES CON EL LAVAVAJILLAS

Fuente Freepik

Más allá de los tres errores principales mencionados, existen otras prácticas habituales que pueden comprometer el buen funcionamiento y la durabilidad de nuestro lavavajillas, generando costes adicionales a medio o largo plazo. Una de ellas es la sobrecarga sistemática del aparato, un intento de meter más vajilla de la recomendada que dificulta la circulación del agua y el detergente, resultando en una limpieza deficiente y obligando a menudo a lavar de nuevo ciertas piezas. Además, una carga excesiva puede forzar los soportes y cestos, e incluso dificultar el correcto giro de los aspersores, como ya se ha comentado.

Otro error común tiene que ver con el uso del detergente y el abrillantador. Utilizar una cantidad excesiva de detergente no mejora la limpieza y puede dejar residuos blanquecinos o provocar un exceso de espuma que dificulte el aclarado, mientras que usar muy poco resultará en platos sucios. Es fundamental seguir las indicaciones del fabricante del detergente y ajustar la dosis según la dureza del agua de nuestra zona. Del mismo modo, es importante mantener lleno el depósito de abrillantador para asegurar un secado óptimo y evitar manchas de agua, especialmente en la cristalería, y verificar regularmente el nivel de sal si nuestro modelo la requiere para descalcificar el agua.


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