El electrodoméstico que revolucionó las cocinas españolas hace ya unas cuantas décadas sigue siendo uno de los pilares del confort doméstico moderno. La promesa de platos limpios sin esfuerzo manual es un canto de sirena al que pocos se resisten, liberando un tiempo precioso que antes se perdía fregadero en ristre. Este aparato, el lavavajillas, se ha integrado de tal manera en nuestra rutina que a menudo operamos con él en piloto automático, repitiendo gestos y hábitos sin cuestionar si son los más adecuados o eficientes.
Sin embargo, esa misma confianza y automatismo pueden jugarnos malas pasadas, convirtiendo pequeños descuidos diarios en una fuente de gastos inesperados o en una reducción significativa de la vida útil del aparato. Creencias populares erróneas, prisas al cargar la vajilla o un desconocimiento de las funciones específicas de nuestro modelo pueden hacer que ese supuesto ahorro de tiempo y esfuerzo se traduzca, a la larga, en facturas de agua y luz más abultadas, reparaciones costosas o, simplemente, en una limpieza deficiente que nos obliga a repasar los platos a mano. Comprender cómo funciona realmente nuestro lavavajillas y evitar ciertos errores comunes es clave para exprimir al máximo sus beneficios sin llevarnos sorpresas desagradables.
3¿ENJUAGAR O NO ENJUAGAR? EL DILEMA QUE TU LAVAVAJILLAS YA RESOLVIÓ

Una de las costumbres más extendidas y, paradójicamente, más contraproducentes es la de enjuagar meticulosamente los platos bajo el grifo antes de introducirlos en el lavavajillas. Este hábito, heredado quizás de modelos más antiguos o simplemente de una percepción errónea de cómo funciona el aparato, no solo supone un desperdicio considerable de agua y tiempo, sino que puede incluso empeorar el resultado final del lavado en los aparatos modernos. Los detergentes actuales están formulados con enzimas que necesitan adherirse a los restos de comida para actuar eficazmente, y los sensores de suciedad de muchos programas automáticos pueden interpretar que la carga está limpia si no detectan partículas de alimentos, reduciendo la intensidad del ciclo prematuramente.
Lo correcto, y lo que recomiendan prácticamente todos los fabricantes, es simplemente retirar los restos sólidos de comida de los platos con un cubierto o una espátula antes de cargarlos. No es necesario frotar ni eliminar salsas o residuos adheridos; de hecho, dejar esa pequeña cantidad de suciedad ayuda a que el detergente trabaje mejor y a que los sensores del lavavajillas seleccionen el ciclo más apropiado si se usa un programa automático. Eliminar el preenjuague manual no solo ahorra recursos hídricos y energéticos (calentar esa agua también consume), sino que permite que la tecnología de nuestro electrodoméstico funcione tal y como fue diseñada, optimizando la limpieza y la eficiencia.