jueves, 17 abril 2025

El gesto diario con el lavavajillas que te puede costar caro

El electrodoméstico que revolucionó las cocinas españolas hace ya unas cuantas décadas sigue siendo uno de los pilares del confort doméstico moderno. La promesa de platos limpios sin esfuerzo manual es un canto de sirena al que pocos se resisten, liberando un tiempo precioso que antes se perdía fregadero en ristre. Este aparato, el lavavajillas, se ha integrado de tal manera en nuestra rutina que a menudo operamos con él en piloto automático, repitiendo gestos y hábitos sin cuestionar si son los más adecuados o eficientes.

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Sin embargo, esa misma confianza y automatismo pueden jugarnos malas pasadas, convirtiendo pequeños descuidos diarios en una fuente de gastos inesperados o en una reducción significativa de la vida útil del aparato. Creencias populares erróneas, prisas al cargar la vajilla o un desconocimiento de las funciones específicas de nuestro modelo pueden hacer que ese supuesto ahorro de tiempo y esfuerzo se traduzca, a la larga, en facturas de agua y luz más abultadas, reparaciones costosas o, simplemente, en una limpieza deficiente que nos obliga a repasar los platos a mano. Comprender cómo funciona realmente nuestro lavavajillas y evitar ciertos errores comunes es clave para exprimir al máximo sus beneficios sin llevarnos sorpresas desagradables.

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¡AGUA VA! PERO… ¿LLEGA A TODAS PARTES? EL PELIGRO DE OBSTRUIR LOS ASPERSORES

Fuente Freepik

El corazón del sistema de limpieza de cualquier lavavajillas reside en sus brazos aspersores, esos elementos giratorios con múltiples orificios que proyectan agua a presión sobre la vajilla. Para que la limpieza sea eficaz, es absolutamente crucial que estos brazos puedan girar libremente 360 grados sin encontrar obstáculos en su camino, asegurando así que el agua alcance todos los rincones y superficies de la carga. Un error muy frecuente, fruto de las prisas o de intentar encajar demasiados elementos, es colocar ollas, sartenes con mangos largos, tablas de cortar voluminosas o utensilios altos de manera que impidan este movimiento giratorio.

Cuando un aspersor queda bloqueado, aunque sea parcialmente, el resultado es una limpieza desigual y deficiente en amplias zonas de la carga, obligando a menudo a realizar un segundo ciclo de lavado o a fregar a mano los restos que no se han eliminado. Pero el problema puede ir más allá de la simple ineficacia, ya que forzar el giro contra un obstáculo puede, a largo plazo, dañar el mecanismo del propio brazo aspersor o incluso el motor que impulsa su rotación, una avería cuya reparación suele ser bastante costosa. Antes de cerrar la puerta y pulsar el botón de inicio, un gesto tan simple como dar un ligero giro manual a ambos brazos aspersores para comprobar que no chocan con nada puede ahorrarnos muchos quebraderos de cabeza y dinero.

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