La carretera es un escenario cotidiano donde la confianza puede convertirse en nuestra peor enemiga, haciéndonos olvidar que la seguridad depende de detalles que a menudo pasamos por alto. En esa constante búsqueda de concienciación, hay fenómenos menos conocidos pero igualmente letales que merecen nuestra atención, y uno de ellos es el llamado ‘efecto submarino’, un riesgo asociado al cinturón de seguridad que puede tener consecuencias devastadoras. Este peligro invisible, sobre el que la DGT insiste en alertar, se produce cuando, en caso de colisión, el cuerpo se desliza por debajo de la banda abdominal del cinturón, un movimiento que anula la protección para la que fue diseñado este elemento vital.
Entender este riesgo es fundamental porque transforma una herramienta de salvamento en un potencial causante de lesiones graves, precisamente por un mal uso que puede parecer trivial. El efecto submarino no es una leyenda urbana ni un tecnicismo para expertos en seguridad vial; es una realidad física tangible que ocurre con más frecuencia de la que imaginamos, vinculada directamente a cómo nos colocamos el cinturón de seguridad cada vez que nos subimos a un vehículo. Las campañas informativas de la DGT ponen el foco en estos detalles que marcan la diferencia entre salir ileso de un percance o sufrir daños internos severos.
3EL ENEMIGO INVISIBLE: CUANDO EL PELIGRO NO SE VE HASTA QUE ES TARDE

Lo verdaderamente insidioso del efecto submarino es que no es un fallo visible del cinturón; el mecanismo puede estar en perfecto estado, el cierre haber hecho ‘clic’ correctamente, y aun así, el peligro está latente debido a una mala colocación. Es un riesgo invisible que solo se manifiesta en el peor momento posible: durante el impacto, cuando ya no hay margen para la corrección y las consecuencias pueden ser fatales; por eso es vital interiorizar la forma correcta de ajustarlo siempre.
Grupos como los niños, que por su tamaño requieren sistemas de retención específicos, o las mujeres embarazadas, que deben prestar especial atención a colocar la banda inferior por debajo del abdomen, son particularmente vulnerables si no se siguen las pautas adecuadas, un mensaje que la DGT recalca.
La complacencia es otro factor de riesgo significativo; incluso los conductores con años de experiencia pueden caer en la rutina y olvidar verificar la correcta tensión y posición del cinturón cada vez que se ponen al volante o viajan como pasajeros. Ese exceso de confianza, pensando que «a mí no me va a pasar» o que un trayecto corto no requiere tanta precaución, es precisamente lo que puede propiciar una colocación deficiente y, con ello, el riesgo del efecto submarino. La concienciación constante y la adopción de hábitos seguros son la única defensa contra este peligro oculto, una premisa fundamental en la estrategia de seguridad vial impulsada por la DGT.