domingo, 20 abril 2025

No es ansiedad, esto que haces antes de dormir puede ser el culpable de tu mal descanso

Las noches en vela, dar vueltas en la cama sin encontrar postura, mirar el techo esperando un sueño que no llega… son experiencias demasiado familiares para una gran parte de la población española. Inmediatamente, muchos se auto diagnostican con ansiedad, esa palabra que parece flotar en el aire de nuestro tiempo, pero ¿y si el problema real no fuera un trastorno psicológico profundo, sino algo mucho más mundano y modificable que hacemos justo antes de meternos entre las sábanas? A menudo, la causa de nuestro mal descanso no reside en una preocupación existencial irresoluble, sino en una serie de hábitos nocturnos que hemos normalizado sin ser conscientes de su impacto devastador en la calidad de nuestro reposo.

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Vivimos en una sociedad acelerada, hiperconectada y exigente, donde desconectar se ha convertido en un lujo difícil de alcanzar y los rituales previos al sueño se han visto invadidos por costumbres poco saludables. Estas prácticas, lejos de prepararnos para un descanso reparador, activan nuestro cuerpo y mente de formas contraproducentes, generando una sintomatología que fácilmente podemos confundir con un cuadro de ansiedad nocturna. Explorar estas rutinas y entender su mecanismo es el primer paso para recuperar el control sobre nuestras noches y, por ende, sobre nuestro bienestar general, desmontando la idea de que todo malestar al cerrar los ojos es, necesariamente, ansiedad.

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LA MENTE EN BUCLE: RUMIACIÓN Y PREOCUPACIONES PRE-SUEÑO

Fuente Freepik

Es innegable que las preocupaciones y el estrés diario pueden seguirnos hasta la cama, impidiendo que nuestra mente se apague y dé paso al descanso. Sin embargo, es crucial diferenciar entre la rumiación mental común, ese darle vueltas a los problemas del día o anticipar los de mañana, y un trastorno de ansiedad diagnosticado clínicamente. Muchos experimentamos esta actividad mental intensa al intentar dormir, un fenómeno conocido como «mente de mono» que salta de un pensamiento a otro sin descanso, pero no siempre es indicativo de una patología que requiera tratamiento específico para la ansiedad.

Este parloteo mental, aunque no sea ansiedad clínica, mantiene el cerebro en un estado de hiperalerta, incompatible con la relajación necesaria para dormir. Planificar el día siguiente, repasar conversaciones, preocuparse por asuntos laborales o personales justo en el momento en que deberíamos desconectar es una costumbre que alimenta el insomnio. Implementar técnicas como escribir las preocupaciones en un diario antes de acostarse, practicar ejercicios de respiración profunda o meditación mindfulness puede ayudar a calmar la mente, creando un espacio mental propicio para el sueño sin necesidad de atribuir cada pensamiento acelerado a la ansiedad. Gestionar activamente estos pensamientos es clave para romper el ciclo.


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