sábado, 19 abril 2025

No es ansiedad, esto que haces antes de dormir puede ser el culpable de tu mal descanso

Las noches en vela, dar vueltas en la cama sin encontrar postura, mirar el techo esperando un sueño que no llega… son experiencias demasiado familiares para una gran parte de la población española. Inmediatamente, muchos se auto diagnostican con ansiedad, esa palabra que parece flotar en el aire de nuestro tiempo, pero ¿y si el problema real no fuera un trastorno psicológico profundo, sino algo mucho más mundano y modificable que hacemos justo antes de meternos entre las sábanas? A menudo, la causa de nuestro mal descanso no reside en una preocupación existencial irresoluble, sino en una serie de hábitos nocturnos que hemos normalizado sin ser conscientes de su impacto devastador en la calidad de nuestro reposo.

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Vivimos en una sociedad acelerada, hiperconectada y exigente, donde desconectar se ha convertido en un lujo difícil de alcanzar y los rituales previos al sueño se han visto invadidos por costumbres poco saludables. Estas prácticas, lejos de prepararnos para un descanso reparador, activan nuestro cuerpo y mente de formas contraproducentes, generando una sintomatología que fácilmente podemos confundir con un cuadro de ansiedad nocturna. Explorar estas rutinas y entender su mecanismo es el primer paso para recuperar el control sobre nuestras noches y, por ende, sobre nuestro bienestar general, desmontando la idea de que todo malestar al cerrar los ojos es, necesariamente, ansiedad.

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EL ESTIMULANTE INVISIBLE: CAFEÍNA Y OTROS ENEMIGOS DEL DESCANSO

Fuente Freepik

La cafeína es el estimulante psicoactivo más consumido en el mundo, y aunque muchos somos conscientes de su efecto energizante por la mañana, subestimamos su persistencia en el organismo. Una taza de café, té, un refresco de cola o incluso una porción de chocolate por la tarde o noche pueden seguir haciendo efecto horas después, interfiriendo significativamente con la capacidad para conciliar el sueño y mantenerlo sin interrupciones. La vida media de la cafeína puede variar, pero en promedio ronda las cinco horas, lo que significa que un café a las cinco de la tarde aún puede tener la mitad de su potencia a las diez de la noche, generando un estado de alerta no deseado.

Más allá de la cafeína obvia, existen otras sustancias y hábitos que actúan como estimulantes encubiertos, como ciertos medicamentos (descongestionantes, algunos analgésicos), bebidas energéticas o incluso el alcohol. Aunque el alcohol puede inducir somnolencia inicialmente, su consumo perturba gravemente la arquitectura del sueño en la segunda mitad de la noche, provocando despertares y un descanso de peor calidad. Esta sensación de agitación o incapacidad para relajarse puede ser fácilmente confundida con un ataque de ansiedad, sobre todo si se desconocen los efectos prolongados de estos estimulantes en nuestro sistema nervioso central, contribuyendo a un ciclo vicioso de mal descanso y preocupación que puede agravar cualquier ansiedad subyacente. La nicotina del tabaco también es un potente estimulante que dificulta el sueño, un factor más a considerar para quienes fuman antes de dormir y sienten que la ansiedad les impide descansar.


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