jueves, 17 abril 2025

No es ansiedad, esto que haces antes de dormir puede ser el culpable de tu mal descanso

Las noches en vela, dar vueltas en la cama sin encontrar postura, mirar el techo esperando un sueño que no llega… son experiencias demasiado familiares para una gran parte de la población española. Inmediatamente, muchos se auto diagnostican con ansiedad, esa palabra que parece flotar en el aire de nuestro tiempo, pero ¿y si el problema real no fuera un trastorno psicológico profundo, sino algo mucho más mundano y modificable que hacemos justo antes de meternos entre las sábanas? A menudo, la causa de nuestro mal descanso no reside en una preocupación existencial irresoluble, sino en una serie de hábitos nocturnos que hemos normalizado sin ser conscientes de su impacto devastador en la calidad de nuestro reposo.

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Vivimos en una sociedad acelerada, hiperconectada y exigente, donde desconectar se ha convertido en un lujo difícil de alcanzar y los rituales previos al sueño se han visto invadidos por costumbres poco saludables. Estas prácticas, lejos de prepararnos para un descanso reparador, activan nuestro cuerpo y mente de formas contraproducentes, generando una sintomatología que fácilmente podemos confundir con un cuadro de ansiedad nocturna. Explorar estas rutinas y entender su mecanismo es el primer paso para recuperar el control sobre nuestras noches y, por ende, sobre nuestro bienestar general, desmontando la idea de que todo malestar al cerrar los ojos es, necesariamente, ansiedad.

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LA LUZ AZUL: EL LADRÓN SILENCIOSO DEL SUEÑO

Fuente Freepik

La tecnología se ha infiltrado hasta en nuestros dormitorios, y con ella, la omnipresente luz azul que emiten las pantallas de móviles, tabletas, ordenadores y televisores. Esta luz artificial tiene un efecto particularmente pernicioso sobre nuestro reloj biológico interno, ya que engaña al cerebro haciéndole creer que todavía es de día, inhibiendo así la secreción de melatonina, la hormona fundamental que induce al sueño. Como resultado, nos cuesta más conciliar el sueño, permanecemos en un estado de alerta inadecuado para la noche y la calidad general del descanso se ve comprometida, aunque no sintamos una ansiedad específica.

Pasar la última hora antes de dormir revisando redes sociales, contestando correos electrónicos o viendo un capítulo más de esa serie adictiva es una receta casi segura para el insomnio o un sueño fragmentado. Esta estimulación visual y mental mantiene nuestra mente activa y agitada, un estado que a menudo se interpreta erróneamente como nerviosismo o ansiedad pre-sueño, cuando en realidad es una respuesta fisiológica directa a la exposición lumínica inadecuada. Sustituir las pantallas por un libro físico, una conversación tranquila o música suave puede marcar una diferencia sorprendente en la facilidad para desconectar y dormir profundamente.

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