Los inversores de BP (la antigua British Petroleum) quieren sacrificios para que la compañía enderece su camino, y la víctima propiciatoria son las tecnologías renovables. La última cabeza en rodar ha sido el equipo dedicado a la investigación del hidrógeno y el gas natural licuado (GNL) para el transporte, cerrado sin contemplaciones por la directiva del gigante petrolero.
La medida, que adelantó el diario Financial Times y de la que se ha hecho eco Reuters, no afectará a BP Pulse, la división encargada del negocio de carga eléctrica de la empresa. El mes pasado, BP Pulse nombró a un nuevo director después de que su anterior jefe dejara la empresa.
El equipo de movilidad baja en carbono que será eliminado cuenta con menos de diez personas, cuyas actividades serán integradas en otras áreas del grupo, según un portavoz de BP.
BP SE AFERRA AL PETRÓLEO, PERO LOS PRECIOS DEL CRUDO DUERMEN
La siega del equipo de gases renovables se enmarca en el polémico ‘golpe de timón’ estratégico anunciado por BP en febrero: la petrolera confirmó que aumentará la inversión anual en petróleo y gas a 10.000 millones de dólares (9.500 millones de euros), volviendo a centrarse en los combustibles fósiles como parte de los esfuerzos del CEO, Murray Auchincloss, para mejorar los rendimientos.
El énfasis en el negocio de hidrocarburos desplaza a las energías renovables, que bajan un peldaño en su escalafón de prioridades. La inversión anual prevista en el apartado de transición energética se reducirá en más de 5.000 millones de dólares, hasta situarse entre los 1.500 y 2.000 millones de dólares al año.
Este cambio estratégico se produce tras un período volátil de cinco años en el que la dirección invirtió en activos de energías renovables con rendimientos relativamente bajos, al tiempo que lidiaba con el legado de la catástrofe de Deepwater Horizon sin aprovechar plenamente la subida de los precios del petróleo para amortizar significativamente la deuda.
BP HA DECIDIDO VOLVER A CENTRARSE EN LOS COMBUSTIBLES FÓSILES en un momento en el que los precios del PETRÓLEO tienen peores perspectivas que nunca
Paradójicamente, BP está poniendo los huevos en la cesta del crudo en un momento en el que los precios del ‘oro negro’, y por ende los beneficios asociados a su comercialización, tienen peores perspectivas que nunca. La irrupción de nuevas potencias productoras, como EEUU y Guyana, y las dudas en torno a la demanda están arrastrando su cotización a la baja.
El pasado jueves, recién difundida la brutal ronda arancelaria dispuesta por el presidente estadounidense, Donald Trump, los precios del petróleo no solo no cogieron una pulmonía, sino que incluso cayeron un 3%. Los futuros del Brent bajando 1,97 dólares, o un 2.63%, hasta los 72,98 por barril, después de haber caído hasta un 3,2% anteriormente, la mayor caída porcentual diaria desde el 5 de marzo. Por su parte, los futuros del crudo West Texas Intermediate (WTI) de EEUU cotizaban 2,01 dólares más baratos, o un 2,80%, hasta los 69,70 dólares por barril, tras haber retrocedido hasta un 3,4% más temprano.
La dirección del grupo ha prometido que la nueva estrategia permitirá reducir el apalancamiento en un 20%. Sin embargo, los compromisos de BP se basan en previsiones de precios del Brent a mínimos de 70 dólares por barril, que no están ni muchos menos garantizados. Máxime cuando el petróleo y el gas han sido excluidos del castigo arancelario de Trump.
Análisis como el de Scope Ratings señalan que el nuevo enfoque estratégico se basa en hipótesis «optimistas» sobre la evolución del crudo y cuestionan la prudencia de la decisión de retroceder a las energías fósiles, que dejan a la compañía en una posición «especialmente vulnerable ante nuevas caídas de los precios».