La Favorita 1922 se alza como un restaurante convertido en un polvorín de emociones a flor de piel donde cada uno de los personajes oculta algo debajo del delantal. El tercer capítulo de La Favorita 1922, que llega este lunes a Telecinco, promete seguir cautivando con una historia que ya ha enganchado a más de un millón de espectadores y que, con audiencias sin precedentes y cuotas de pantalla que superan el 17%.
Una opción que expone que -para la audiencia- ya no basta un simple producto de entretenimiento, empieza a necesitar a escena: pasión, intriga e ir a rememorar con personajes con los que se pueden sentir más bien reír y sufrir. Las deudas de Elena, las mentiras de Julio y la boda de Rosa son solo la punta de una isla en la nueva historia. Entonces, cuando el pasado llama a la puerta, los secretos quedan fuera del baúl. Pero en medio de este revuelo, un cabaret es un lugar abierto con potencial para una transformación… o una explosión.
1AMOR ENTRE DEUDAS Y FOTOGRAFÍAS

Elena ya no puede ver más a Julio a los ojos. El enterarse de que se encuentra casado representa un durísimo golpe para ella y, a decir verdad, las deudas que tiene con Don Benito son una sombra que todavía se alarga más; que, si bien le brinda un momento de alivio, el agobio de la presión que le ejercía el prestamista la sumerge en un silencio quizás irrespirable: cada servicio que lleva a cabo al restaurante es un acto de subsistencia.
Al tiempo, Julio, que ciego ante la realidad refleja sus intenciones en dar un impulso al negocio, lo hace llevándose consigo a un reportaje de una revista. El conflicto comienza cuando Elena se niega a aparecer en las fotos. ¿Miedo a ser reconocida? Julio no entiende que ella no quiera aparecer y así la oportunidad se transforma en otra grieta que se abre entre ellos dos. La falta de confianza se extiende a modo de espuma, y en La Favorita los muros tienen oídos… y también opiniones.
La tensión que les separa se respira, es tan palpable como el aroma de los platos que van saliendo de la cocina. Elena, que debe decidir entre el amor que siente por Julio y el miedo de que la pasen por encima, no sabe si confesar o seguir huyendo. Y, por su parte, Don Benito no es un hombre a quien le guste esperar, menos aún sabiendo que continúa con sus métodos de recuperar la deuda, métodos tan elaborados como sus propios negocios.
El juego de las apariencias está en marcha y la pregunta es diáfana: ¿qué duele más, una mentira salida a la luz o una verdad no dicha? Elena va a tener que ponderar si el precio que tiene su silencio vale más que el amor que siente. Y Julio, si se atreverá a aceptar que el corazón de La Favorita late entre sombras.