lunes, 31 marzo 2025

La marquesa de ‘La Promesa’ explica los motivos de su marcha de la serie

Las grandes ausencias de la ficción no siempre son anunciadas a bombo y platillo, sino que se producen incluso de una manera silenciosa, como esas brisas que perduran mucho después de que se apaguen los focos. Así ha sido la despedida de Eva Martín de «La Promesa» como Cruz Ezquerdo, la marquesa implacable, en un personaje que durante más de dos años ha dejado una impronta de grandes dimensiones, cuya villanía queda relegada por su legado.

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Y la despedida no ha sido un mero giro argumental, sino que ha sido un capítulo cargado de simbolismo: una caída literal que nos hablaba de un derrumbe emocional, una imagen poderosa que contrastaba con su primera aparición, desprendiendo altivez, dominante. Martín ha roto el silencio que llevaba acarreando desde su despedida con una entrevista con RTVE Play; las palabras de la actriz destilan gratitud y sensación de tristeza. «Me da mucha pena marcharme y os voy a echar muchísimo de menos», declaró.

LA MARQUESA, UNA VILLANA CON MATICES

LA MARQUESA, UNA VILLANA CON MATICES
Fuente: RTVE

Entre un conjunto de personajes antagonistas que reducen a caricatura el mal, Cruz Ezquerdo encontró su excepción. Eva Martín no quiso conformarse con el retrato de una déspota sin grietas, sino que buscó los claroscuros, esos momentos en que la máscara del imperio se rompía. «Nunca había interpretado a alguien tan oscuro» aseguraba la actriz Marta, consciente de que la historia la había llevado a lugares desconocidos. Su Cruz era fría, calculadora, pero a la vez vulnerable y era capaz de desfallecer en fugaces momentos que la hacían inexplicablemente cercana.
La clave estuvo en el humor.

Sí, en medio de las intrigas palaciegas y las órdenes mayestáticas, la marquesa tenía grandes chascarrillos que rezumaban una ironía casi cómica. «Era importante no hacer un monstruo de una sola pieza» explica Martín, «el humor humaniza incluso a quienes parecen invulnerables». Esa capa de complejidad convirtió a Cruz en un personaje acabable, a quien se le podía temer, pero a quien a la vez le podía dar tristeza en ciertas ocasiones.

El reto no fue únicamente actoral, sino emocional. La actriz confesó que hubo días en que el peso de lo demoníaco le era motivo de cansancio: «Interpretar tanta oscuridad cuenta con la complicación de tener que hacer frente a tus propios linderos». Sin embargo, fue esta misma honestidad la que proyectó a Cruz más allá del arquetipo. Su caída final —literalmente, con el rostro contra el suelo— no fue solamente un golpe de efecto, sino la cristalización de un viaje: «Aquella imagen lo decía todo: del orgullo a la ruina, sin red», meditaría la actriz.

Detrás de cada gesto de la marquesa calculado, había un trabajo laborioso. Martín explica que estudiaba cada escena hasta dar con la mediación de la crueldad y la sutileza: «Si lo gritas todo el tiempo, el personaje se agota. A veces el susurro puede ser más terrorífico que al grito». Este modo de aproximación psicológica convirtió a Cruz en algo más que una amenaza ante el espectador, y la convirtió en un enigma, ¿qué secretos escondía realmente tras esos silencios elocuentes? La respuesta estaba en esos pequeños detalles: una mirada huidiza, un puño breve cuando creía que no la observaban.

UNA DESPEDIDA EN LA PROMESA

UNA DESPEDIDA EN LA PROMESA
Fuente: RTVE

Las despedidas en televisión nunca son limpias, por lo general, los personajes desaparecen, a veces aparecen y desaparecen hasta el final. La marcha de Cruz Ezquerdo fue de distinta naturaleza, se puede calificar, de hecho, de consciente, tanto en la ficción como fuera de ella, los mensajes de sus compañeros se trasladan a una despedida —»Se dijo adiós a una etapa preciosa», escribía Enrique Fortún—, a cierre y no a pausa. Hasta el creador, Josep Cister, manteniendo la puerta entreabierta de «la marquesa va a tener mucho juego», asumió que, de verdad, se estaba cerrando un capítulo.

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Pero es curioso porque más allá del guion el equipo de «La Promesa» vivió la marcha de Martín como una pérdida real. Daniel Schröder lo explicaba con una frase cargada de cariño: «Espero que en un futuro nos volvamos a ver». No era simplemente despedir a un personaje, sino despedirse de una persona que había seguido el ritmo de la serie. Cruz era el caos que movía los hilos, la amenaza que mantenía la tensión, sin ella el universo de «La Promesa» deberá inventarse a sí mismo.

El proceso fue, para la actriz, intensísimo. «Ha sido un reto grande y un buen aprendizaje de mis límites tanto como actriz como persona», reconoció. A diferencia de otros proyectos, este la llevó a abrirse a emociones incomodísimas, a ser muy visitada por su sombra. Pero, huelga decirlo, sin victimismos: “He probado en terrenos que no conocía y he intentado pasármelo bien en cada momento”. Esta actitud —profesional pero disfrutona— explica por qué su interpretación nunca se sintió forzada, ni en los más extremos momentos.

El último día de rodaje fue, paradójicamente, uno de los más luminosos. Martín recordó cómo el equipo preparó una sorpresa improvisada; «hubo flores, abrazos y hasta un pastel con una leyenda que decía ‘La marquesa nunca cae… ¡excepto hoy!». Este choque entre la penumbra del personaje y la calidez del entorno real muestra una evidencia básica del oficio: encarnar una persona detestable no significa hacerlo en un ambiente tóxico. Muy al contrario, la actriz también insistió en lo mucho que le empujaron los correos de sus compañeros en lo que ella definió como escenas muy crudas.

EL LEGADO DE CRUZ

EL LEGADO DE CRUZ
Fuente: RTVE

¿Qué es lo que hace que un personaje negativo perviva? La respuesta es su humanidad. Cruz Ezquerdo no será recordada solo por sus maldades, sino por esos reflejos de fragilidad que la hacían humana. Eva Martín lo había entendido desde el primer momento: «Una villana sin matices es un disfraz, a la larga, nadie se la cree». Por eso muchas veces insistió en dar visión a su personaje; el miedo a caer, la ironía como escudo, e incluso un tantito de ternura soterrada hacia las escenas que contaba con algunos personajes.

La secuencia que más define el arco de Cruz Ezquerdo no es un momento de violencia, sino un momento de derrota: «Que cayera de cara al suelo fue idea mía», confesó Martín. «Era la manera más honesta de poder mostrar que las personas poderosas se rompen». Esa imagen, tan alejada de la primera que tuvo en la serie marcando el espacio por las escaleras, cerró su historia con una poética brutal. Hacía falta una escena final sin discursos grandilocuentes ni lágrimas evidentes. También prescindía del exclamado silencio de un cuerpo abatido.

Ahora, la cuestión es: ¿regresará Cruz? La actriz no se cierra a nada, pero prefiere quedarse con lo que ha vivido. «Los personajes, cuando están bien escritos, terminan por ser del público», reflexionó. Y Cruz, sin ninguna duda, ya es de quienes la amaron, la odiaron o simplemente no pudieron o no quisieron quitarle la vista de encima; porque al final, las mejores villanas no son las que dan terror, sino las que nos obligan a preguntarnos: ¿qué les pasó para llegar a ser así?

El impacto de Cruz va más allá de la ficción. Académicos de estudios de género han comentado su personaje como modelo de «poder femenino distorsionado por el patriarcado». La actriz se mostró sorprendida, aunque honrada por estos estudios: «Nunca pretendía dar una declaración sociológica, pero resulta muy interesante que Cruz active estos debates». La actriz afirma que, sin darse cuenta, su interpretación logró dar cuenta de las contradicciones de muchas mujeres que ocupaban puestos de poder: «A veces, para sobrevivir en un mundo de hombres terminabas por convertirte en algo peor que ellos».


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