miércoles, 2 abril 2025

La OMS pone números a la vejez y puede que ya no seas tan joven como crees

Menudo revuelo se ha generado con la nueva clasificación por edades. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha decidido actualizar los parámetros que definen las distintas etapas vitales del ser humano, provocando que millones de personas deban replantearse en qué momento vital se encuentran realmente. Esta decisión no responde a un capricho burocrático sino a los avances médicos y al aumento de la esperanza de vida que caracterizan a nuestra sociedad actual, donde vivimos más años y, en teoría, con mejor calidad de vida que nuestros antepasados.

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El debate no ha tardado en surgir en redes sociales y tertulias, donde muchos se preguntan si estas nuevas categorías reflejan verdaderamente la realidad que viven o si son meras etiquetas administrativas sin aplicación práctica. Lo cierto es que estas redefiniciones pueden tener un impacto significativo en diversos ámbitos, desde las políticas públicas de sanidad hasta la percepción social sobre el envejecimiento, pasando por cuestiones laborales y de jubilación. Y es que, según los nuevos parámetros, muchos de quienes pensaban estar bordeando la tercera edad descubren ahora que apenas han entrado en la madurez.

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IMPLICACIONES MÉDICAS Y SOCIALES DE RETRASAR LA VEJEZ HASTA LOS 78 AÑOS

Fuente Freepik

Este cambio de paradigma propuesto por la OMS tiene importantes consecuencias en el ámbito sanitario. Los protocolos médicos que antes se aplicaban considerando que una persona de 65 años era «anciana» deberán revisarse, ajustando los criterios diagnósticos y terapéuticos a esta nueva comprensión de las etapas vitales, lo que podría significar un enfoque menos condescendiente y más exigente para los pacientes que ahora se consideran en plena madurez tardía.

En el plano social, esta redefinición podría combatir el edadismo tan arraigado en nuestra sociedad, esa discriminación basada únicamente en la edad cronológica. La OMS parece enviarnos un mensaje claro: tener 70 años hoy no significa lo mismo que hace cincuenta años. Las políticas públicas también deberán adaptarse, reconsiderando aspectos como la edad de jubilación, los programas de envejecimiento activo o las ayudas sociales, que quizás deban reorientarse considerando que muchas personas entre los 65 y 78 años mantienen plenas capacidades para seguir aportando valor a la sociedad, ya sea en el ámbito laboral o en otros espacios de participación ciudadana.


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