La lentitud en la conexión a internet se ha convertido en uno de los quebraderos de cabeza más habituales entre los españoles, especialmente desde que el teletrabajo se instaló en nuestras vidas. El router suele ser el principal señalado cuando las cosas no funcionan como deberían, ese aparato parpadeante al que miramos con recelo cada vez que una videoconferencia se congela o cuando una simple página tarda una eternidad en cargar. Sin embargo, la realidad es que este dispositivo no siempre tiene la culpa de nuestros males tecnológicos.
La seguridad de nuestra red doméstica juega un papel fundamental en el rendimiento de nuestra conexión, mucho más de lo que la mayoría de usuarios sospecha. Los expertos en ciberseguridad llevan años advirtiendo sobre la importancia de mantener actualizadas las contraseñas de acceso a nuestras redes, un hábito que muy pocos usuarios incorporan a su rutina digital y que puede ser determinante para evitar intrusiones no deseadas. La ausencia de este sencillo gesto preventivo puede provocar que nuestra wifi sea «vampirizada» por vecinos o desconocidos, ralentizando nuestra navegación sin que seamos conscientes del verdadero origen del problema.
1LA CONTRASEÑA DE TU ROUTER: EL TALÓN DE AQUILES DE TU CONEXIÓN

La mayoría de los usuarios mantiene la misma contraseña de su router durante años, sin ser conscientes de los riesgos que esto conlleva. Las empresas proveedoras de internet suelen instalar estos dispositivos con claves predeterminadas que, a pesar de parecer complejas por su combinación de números y letras, resultan extremadamente vulnerables ante los sofisticados métodos de hackeo actuales. Un router con una contraseña obsoleta es comparable a dejar la puerta de casa entreabierta en un barrio con alta tasa de delincuencia.
Los ciberdelincuentes disponen actualmente de herramientas capaces de descifrar contraseñas wifi en cuestión de minutos, especialmente aquellas que no se han modificado en mucho tiempo. Cambiar la clave de acceso a nuestro router cada seis meses no es una recomendación caprichosa, sino una medida de seguridad básica que debería formar parte de nuestros hábitos digitales como lo es actualizar el antivirus o hacer copias de seguridad. Esta sencilla acción puede marcar la diferencia entre disfrutar de toda la velocidad contratada o compartirla involuntariamente con intrusos que, además de ralentizar nuestra conexión, podrían acceder a información sensible.