Todos alguna vez hemos experimentado esa frustración momentánea cuando, en plena videollamada importante o mientras vemos nuestra serie favorita, la conexión se ralentiza hasta hacerse insoportable. La señal de WiFi que hasta hace unos segundos funcionaba a la perfección, parece haberse desvanecido por arte de magia, dejándonos con la intriga de si el problema es nuestro router, el proveedor de internet o algún elemento misterioso que conspira contra nuestra conectividad. Lo que pocos saben es que el verdadero culpable podría estar ocultándose a plena vista en nuestra cocina.
La tecnología ha transformado nuestros hogares en ecosistemas digitales donde la conectividad es tan esencial como el agua o la electricidad. Sin embargo, esta comodidad moderna está constantemente amenazada por enemigos insospechados que comparten espacio en nuestras casas. Los electrodomésticos que usamos diariamente, especialmente hornos microondas y refrigeradores, pueden estar saboteando silenciosamente nuestra experiencia digital sin que nos percatemos de ello. Este fenómeno, aunque poco comentado, afecta a millones de hogares españoles y merece una explicación detallada para entender cómo proteger nuestra preciada conexión.
1LA GUERRA INVISIBLE DE LAS ONDAS ELECTROMAGNÉTICAS

Los dispositivos electrónicos que pueblan nuestros hogares no siempre se llevan bien entre sí. Cuando encendemos el microondas para calentar la comida, pocas veces pensamos en que estamos activando un potente emisor de ondas electromagnéticas que opera en una frecuencia de 2,4 GHz, casualmente la misma banda en la que funciona la mayoría de las redes WiFi domésticas. Esta coincidencia no es casual, ambos aprovechan un rango de frecuencia que no requiere licencia especial para su uso y que resulta eficiente para sus respectivas funciones. El problema surge cuando estas ondas comienzan a interferir entre sí, creando una batalla invisible por el dominio del espectro electromagnético en nuestros hogares.
La física detrás de este fenómeno es relativamente sencilla, aunque sus consecuencias resultan tremendamente molestas. Los hornos microondas, diseñados para contener la energía dentro de su cavidad, no son perfectos y suelen presentar pequeñas fugas de radiación que, aunque inofensivas para la salud humana según los estándares actuales, son suficientes para crear un campo de interferencia a su alrededor. Cuando navegamos por internet mientras alguien calienta la cena, nuestro router se ve obligado a competir contra un dispositivo que emite señales hasta mil veces más potentes que las suyas propias, una batalla desigual que se traduce en desconexiones, lentitud y frustración digital para los usuarios.