RTVE Play nos trae una joya que se ha conservado mejor que la media de las joyas. «La Señora», emitida entre 2008 y 2010 y que ahora se erige como una alternativa pensada para todos aquellos a los que ha dejado huérfanos «La Moderna». Este drama de amor imperdible protagonizado por Adriana Ugarte y Rodolfo Sancho, que tiene lugar en la España de los años 20, ha aguantado el paso del tiempo y esto no es un hecho caprichoso.
Una historia de amor debe incluir necesariamente todos los elementos de la vertiente clásica del melodrama, pero además, «La Señora» se va desarrollando a lo largo de sus capítulos ganando profundidad psicológica, lo que hace que quien la sigue lo haga de un modo mucho más íntimo, en conexión con los personajes. La serie no se limita a contar una historia de amor, también cuenta una historia de revelaciones encadenadas que llevan a tomar decisiones difíciles y a considerar las consecuencias de vivir en una sociedad llena de prejuicios y limitaciones.
1AMOR EN UNA ESPAÑA DIVIDIDA

La Moderna se despide para dar la bienvenida a la serie «La Señora», que nos sitúa en una España de marcada diferenciación social, donde el amor de dos personas de mundos diferentes parece estar destinado a la condena desde el principio. Victoria Márquez es una joven burguesa a la que interpreta Adriana Ugarte; ella ha sido formada por y en el seno de una familia de un elevado nivel económico.
Es después de la muerte de su madre, cuando Victoria asume la dirección de los negocios que le ha dejado su madre, algo raro para la mujer de su tiempo; su carácter fuerte y decidido ya no se ajusta a los principios en los que ha sido educada, pero nos permite acercamos a ella, la convierte en una mujer fascinante, con un carácter muy anterior a su tiempo. También podemos identificar el personaje de Victoria que condensa la imagen de las mujeres que al final del siglo XIX empezaban a cuestionar la educación y otras normas que las tildaban de nuestra sociedad.
A pesar de que el amor de Victoria por Ángel es ardiente y devoto, ella no se pierde en él; lucha por hacerse un lugar y permanecer con su rol. Esta lucha entre el amor y la obligación, entre el corazón y la razón, se convierte en una de las distintas líneas que van a sostener el relato; es por eso que el público sentirá el deseo de identificarse con su disputa y su lucha interior.
En el caso de Ángel González, que representa Rodolfo Sancho y que proviene de una familia muy humilde y trabajador, por lo más que le ha insistido y convencido su madre, es el chico que después de ello decide acceder al seminario y ordenarse como sacerdote. La relación entre Victoria y Ángel es instantánea, pero su relación está condenada a ser cercenada por las rígidas normas sociales, pero su relación va a estar marcada por el destino personal de cada uno de los personajes.
Cuando Ángel se aísla en su vocación religiosa, Victoria se casa con Gonzalo (Roberto Enríquez), con un hombre de negocios que ha sido un hombre pobre y que ha podido escalar socialmente y hacerse cargo de los negocios de la familia Castro.