Como consultora, Tempos Energía tiene el cometido de conocer lo que ocurre en los mercados para ofrecer el mejor asesoramiento a sus clientes. Esta responsabilidad no puede cumplirse templando gaitas, como demuestra su presidente, Antonio Aceituno, en su conversación con MERCA2. De formación ingeniero industrial, el experto se muestra llano al hablar de asuntos como los verdaderos motivos detrás de la eclosión de las energías renovables o la crisis del autoconsumo.
MERCA2: Aunque con muchos claroscuros, se está perfilando una paz entre Rusia e Ucrania. De consumarse ¿Estamos ante un respiro para el abastecimiento de petróleo y gas o el mercado ya ha neutralizado la crisis energética?
Aceituno: Estamos en el segundo escenario. En diciembre de 2024, los flujos de hidrocarburos de Rusia representaban el 5% de las necesidades de Europa. El continente ya tenía un suministro alternativo, porque se había visto obligado a acudir a otros mercados. El problema es que desconocemos la duración de los contratos en estos mercados alternativos, pero durarán hasta finales de año, al menos. Esto significa que, de haber paz, no van a reanudarse los flujos de petróleo y gas rusos ipso-facto.
Además, aún hay que resolver algunos contratos con la compañía pública rusa Gazprom, que se quedaron ‘colgados’ con el inicio de las sanciones. Nosotros calculamos que hasta 2026 no se reactivarían los suministros de Rusia, que por otro lado no es considerada un socio fiable por Europa.
¿Fue la crisis de suministro que desató el conflicto un motor para la transición energética?
La transición energética nace cuando el gas pasa de estar a 46 euros por megavatio hora (MW/h) a 120 euros MW/h. Alemania, por ejemplo, había construido su economía sobre la base de un gas ruso barato, por lo que se vio obligada a impulsar la descarbonización a marchas forzadas. Los hidrocarburos pasaron a ser commodities no competitivas, así que el viraje hacia las energías limpias fue una cuestión de necesidad económica.
«TRUMP VA A DOMINAR EL MERCADO DE LA ENERGÍA»
Donald Trump ha iniciado su mandato pisoteando la transición energética a golpe de perforación petrolera, amenazando con absorber los recursos de sus países vecinos y coaccionando a Europa para que compre los hidrocarburos estadounidenses. ¿Qué representa el nuevo presidente de los EEUU para el mercado de la energía?
Empecemos por el gas: prácticamente todo el que venía de Rusia, Europa lo ha cambiado por el de EEUU. Hemos pasado de ser vulnerables frente a Moscú a serlo frente a Washington. Ahora mismo las reservas de gas natural licuado (GNL) en Europa están un 40% más bajas que el año pasado, así que el Viejo Continente siegue estando en una situación precaria respecto a su principal proveedor, al borde de un déficit de abastecimiento enorme.
Trump, además, ha dado la orden de abaratar el precio del crudo. Tiene mayoría en las dos cámaras, conoce las herramientas y las palancas que tiene que tocar y está al frente de un país que es el mayor productor mundial tanto de gas como de petróleo. Va a dominar el mercado de energía.
¿Qué opinión le merecen los resultados de la última Cumbre de Naciones Unidas por el Clima (COP) de Azerbaiyán? Fue muy criticada por su falta de compromiso…
Aquí hay dos orillas: la europea, donde somos maestros en legislar pero nos olvidamos del resto del mundo; y la de EEUU y China, que tienen una influencia inmensa y no están atados a nuestra normativa ‘verde’. Es necesario un mayor sentido y compromiso global si se quieren alcanzar las metas climáticas.
¿Se atreve a vaticinar el plazo en el que el planeta -o, al menos, el mundo desarrollado- se desembarace de una vez por todas de los combustibles fósiles?
China está dando pasos con los coches eléctricos y los vehículos impulsados por gas natural, y también los países nórdicos. Pero todavía falta mucho para que podamos hablar de un mundo sin petróleo y gas. Pensemos en los aviones: estamos viviendo un boom del turismo gracias a los vuelos baratos, y no veo, de momento, un mercado de aviones impulsados por combustible sostenible.
Lo importante es que se ha abierto una brecha en la mentalidad colectiva: se ha impuesto la idea de que vamos a ver un mundo sin combustibles fósiles. Si hay que ‘mojarse’ por una fecha, podríamos hablar de 2050 o 2060.
«Para vertebrar un país, se necesitan magníficas autopistas, vías férreas, aeropuertos… las redes eléctricas son una infraestructura igualmente importante»
Antonio Aceituno, presidente de Tempos Energía
Pasemos al entorno nacional. Desde ciertos sectores se asegura que España, con su ventaja estratégica en renovables, tiene una oportunidad única para reindustrializarse gracias a unos precios energéticos de derribo. ¿Qué nos falta para llegar a esto? ¿Es una simple cuestión de desarrollar las redes eléctricas?
Sí, sin duda. Pongamos que llega a España un gran grupo industrial que necesita 15 megavatios (MW) de potencia, pero carecemos de capacidad de red para satisfacer esa necesidad. Estamos, pues, ante una oportunidad perdida. Para vertebrar un país, se necesitan magníficas autopistas, vías férreas, aeropuertos… las redes eléctricas son una infraestructura igualmente importante. Las redes tienen que ser modernas y eficientes para poder atraer el emprendimiento y la inversión.
Con el tiempo que llevamos de explosión renovable, las redes tendrían que estar mucho más desarrolladas para estar a la altura de la generación y del consumo.
Mientras se nos vende ese mensaje, la factura por el consumo de energía eléctrica para una empresa electrointensiva en España es un 141% más cara que en Francia, y un 37% más cara que en Alemania. ¿Qué medidas propone para acabar con este desnivel que tanto perjudica nuestra competitividad?
En lo que llevamos de año, el mercado spot de España ha cerrado en 100 euros MW/h, el mercado belga ha cerrado en 119 euros, Francia en 117 euros y Alemania en 120 euros. En resumidas cuentas, en Alemania y Francia la energía propiamente dicha es menos competitiva. ¿Por qué? Porque en España, cuando las renovables funcionan, el pool se viene abajo. Y sin embargo, pagamos más en la factura.
El motivo es que en España hay unos añadidos: cargos, impuesto eléctrico, tasa municipal… todo eso hace que nuestro recibo sea más caro, aunque nuestra energía es más barata. Lo que tenemos que hacer es quitarle ‘grasa’ a la factura. Si queremos contar de verdad con esa ventaja competitiva, ‘limpiar’ la factura de capas extra es un imperativo.

Las grandes gestoras de las centrales, como Iberdrola y Endesa, han empezado a alzar la voz para oponerse al cierre nuclear. ¿Puede realmente España prescindir de este tipo de generación?
Ahora mismo es muy difícil que España se divorcie de la nuclear. Los datos hablan por sí solos: la aportación nuclear en lo que llevamos de mes de marzo ha sido de un 31,8% del total de generación. La energía atómica aporta una carga base las 24 horas del día de aproximadamente el 20% de la globalidad.
La generación nuclear es estable, mientras que las energías renovables tienen un componente desequilibrante, en especial la eólica: cuando el clima es favorable, su rendimiento es enorme; pero esto no siempre es así. Me cuesta trabajo, por tanto, pensar en un repuesto fiable para una fuente constante como son las plantas de uranio.
En 2024, compañías como Holaluz, Soltec o Solarprofit se han pegado el gran batacazo. ¿Se pinchó una burbuja en el sector del autoconsumo fotovoltaico?
Desde luego. El autoconsumo eclosionó al calor del meteórico crecimiento del precio de la electricidad de hace un par de años. La inversión en paneles solares era entonces tremendamente rentable: se amortizaba en tres o cuatro años. Cuando los costes se desinflaron, se acabó. En 2024, además, el pool llego a cerrar a dos euros MW/h gracias a la gran generación de renovables, lo que generó una incertidumbre sobre si merece la pena instalar placas.