Cristina Tárrega ha decidido romper su silencio sobre uno de los episodios más aterradores de su vida. En una emisión reciente de Tardear, el programa de Telecinco en el que colabora, se abordaron casos de famosos que han sido acosados por supuestos admiradores. Aunque habitualmente prefiere no hablar del tema, en esta ocasión Tárrega compartió su experiencia a petición de su equipo. Lo que vivió durante dos años fue una auténtica pesadilla. No solo enfrentó el acoso de una persona obsesionada con ella, sino que la situación se tornó aún más complicada debido a que las autoridades tardaron en identificar al agresor.
1Un testimonio aterrador
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Inicialmente, las investigaciones apuntaban a un hombre, pero pronto descubrieron que se trataba de una mujer que se había sometido a una cirugía de cambio de sexo, lo que dificultó su localización. Afortunadamente, el Ministerio del Interior tomó cartas en el asunto y decidió asignarle dos agentes de policía para su protección. «Estoy viva gracias a la policía y a la Guardia Civil», confesó la presentadora, profundamente emocionada mientras relataba su historia.
La situación comenzó de manera aparentemente inofensiva. Todo inició con mensajes y pequeños obsequios que llegaban a la emisora de radio donde trabajaba. Era, en apariencia, un oyente más. Sin embargo, el tono de la interacción cambió de forma abrupta y aterradora. En una ocasión, el acosador la vio en persona y le dijo: «Te voy a matar porque eres mía». Fue entonces cuando el miedo se convirtió en una realidad aterradora. La abordó con violencia, la forcejeó y, en un acto de agresividad extrema, le metió una compresa en la boca. Ese episodio marcó el comienzo de un periodo de constante temor para la periodista.
Las cosas empeoraron cuando, debido a una traición dentro de la empresa donde trabajaba, el acosador obtuvo información sobre la dirección de su domicilio. En ese momento, la amenaza pasó de ser un temor abstracto a una realidad cotidiana. La presentadora se vio obligada a vivir con la presencia constante de dos escoltas que la acompañaban a diario, intentando garantizar su seguridad ante una amenaza que parecía estar en todas partes. «Ya era algo cotidiano. Rondaba por cualquier lado», expresó Tárrega, transmitiendo la angustia de sentirse permanentemente vigilada.
Los meses se convirtieron en un verdadero calvario para la periodista, quien no podía realizar ninguna actividad sin pensar en la posibilidad de que el acosador estuviera cerca. Cualquier sombra, cualquier mirada en la calle se convertía en una posible amenaza. Su vida social se redujo al mínimo y su rutina cambió drásticamente. La presión psicológica que sufrió en ese periodo la llevó a vivir con un miedo constante, una angustia que se apoderó de ella día tras día. «No podía dormir tranquila. Cualquier ruido me sobresaltaba», admitió.