viernes, 21 febrero 2025

‘La chica de nieve 2’ pone en jaque la fe y la hipocresía institucional

La segunda temporada de ‘La chica de nieve’ en Netflix, basada en la novela El Juego del Alma de Javier Castillo, nos adentra en una trama donde la fe y el poder colisionan en una trama de secretos y mentiras. A través de la investigación de los periodistas Miren Rojo y Jaime Bernal, la serie expone la corrupción dentro de una institución religiosa que, en teoría, debería representar valores de moralidad y justicia.

Pero, ¿es realmente una crítica al catolicismo o más bien a la falsedad de quienes se esconden detrás de la fe para ocultar sus propios intereses?

La fe como pantalla para el poder ‘La chica de nieve’

El colegio religioso Los Arcos en ‘La chica de nieve’ se convierte en el foco de desaparición, muertes sospechosas y una red de manipulación donde el dinero y el estatus social garantizan la impunidad. Lo que en apariencia es una institución respetable, dedicada a formar a jóvenes bajo principios morales y religiosos, en realidad esconde crímenes silenciados y un historial de encubrimientos.

El caso de Allison, una alumna fallecida en circunstancias sospechosas, revela inquietantes similitudes con la desaparición de Laura Valdivias en 2016. La conexión entre ambos casos desata una investigación que pone a prueba las estructuras de poder dentro del colegio y obliga a Miren y Jaime a desafiar el hermetismo de la institución. Aquí, la serie no critica la fe en sí misma, sino la manera en que ciertas figuras de poder dentro de las instituciones religiosas la utilizan para encubrir sus actos y evitar consecuencias.

Dos formas de buscar la verdad en ‘La chica de Nieve’

La chica de nieve Miren y Jaime Merca2.es
Miren y Jaime se enteran de su nueva investigación, la muerte de Allison. Fuente: Netflix

Uno de los aspectos más interesantes de la historia de ‘La chica de nieve’ es la contraposición entre Miren Rojo y Jaime Bernal, quienes encarnan dos posturas diferentes frente a la relación entre fe, poder y verdad.

Miren Rojo, fiel a su instinto periodístico, aborda el caso con un escepticismo absoluto hacia la institución religiosa que parece estar involucrada. Su desconfianza se agudiza a medida que se presentan las conexiones entre los trágicos eventos. Para ella, Los Arcos, el colegio en cuestión, no es un refugio espiritual, sino un entorno donde el poder se impone sobre la veracidad de los hechos. Su forma de investigar es directa y sin concesiones; no duda en presionar a los responsables en busca de respuestas, reflejando su compromiso con la verdad, sin importar el coste.

Por otro lado, Jaime Bernal, exalumno del colegio, tiene una perspectiva más matizada. Su relación con figuras como el director Garrido y el empresario Alberto Mendoza le da acceso a información privilegiada, pero también lo enfrenta a la necesidad de cuestionar su lealtad hacia la comunidad que lo formó. La declaración que dirige a Garrido, “Os conozco más que vosotros mismos”, ilustra que su respeto por la institución no es ciego. Jaime se muestra dispuesto a indagar en la oscuridad que rodea a Los Arcos, manteniendo una fe vacilante en que la verdad puede emerger sin destronar por completo la institución a la que debe parte de su formación.

Mientras Miren observa el colegio como un sistema corrupto, Jaime aún guarda esperanzas de que la verdad pueda salir a la luz sin que ello implique la ruina total de la comunidad. Sin embargo, a medida que la investigación avanza, ambos se ven forzados a reconocer que la fe y el poder no siempre caminan de la mano, y que para lograr justicia es imperativo desafiar a aquellos que durante años han disfrutado de la impunidad.

El “Juego del alma” transforma la fe en manipulación

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‘El juego del alma’ reta a Miren. Fuente: Netflix

Uno de los elementos más impactantes de la ‘La chica de nieve’ es el «Juego del alma», un ritual que se presenta inicialmente como una prueba de fe, pero que rápidamente revela su verdadero carácter como un mecanismo de manipulación y control. Impulsado en 1983 por el director Garrido, este ritual consistía en una serie de pruebas basadas en la Biblia, diseñado para filtrar a los verdaderos creyentes dentro del colegio. Lo que empezó como un ejercicio de devoción y espiritualidad se transformó con el tiempo en algo mucho más oscuro y opresivo.

El punto de quiebre llegó con la muerte de Elisa Martos, quien falleció tras romperse el cuello en una de las pruebas. En lugar de asumir la responsabilidad, las familias ricas de los implicados optaron por encubrir el incidente. La frase de una de las profesoras de Los Arcos, Emilia, “con dinero se puede comprar todo” resume a la perfección cómo el poder y la influencia pueden distorsionar la verdad y garantizar la impunidad.

El Juego del Alma, adoptado por los nuevos alumnos, se convierte en una metáfora de cómo la fe puede convertirse en una herramienta de exclusión y control. En lugar de ser un camino hacia la espiritualidad, se transforma en un mecanismo que determina quién es «digno» y quién no, basándose en criterios arbitrarios y peligrosos.

La hipocresía institucional religiosa en el centro del debate

El principal conflicto que expone la ‘La chica de nieve’ no radica en una confrontación entre la fe y el ateísmo, sino en la lucha entre la fe auténtica y la hipocresía institucional. ‘La chica de nieve’ en su segunda temporada no busca atacar la religión en sí misma, sino evidenciar cómo algunas instituciones, que se presentan como guardianas de la moral y la ética, pueden ocultar prácticas profundamente cuestionables.

El colegio Los Arcos se revela como una microestructura de poder donde las apariencias son más importantes que la verdad. En su afán por preservar su prestigio, la institución opta por silenciar crímenes antes que afrontar las consecuencias, lo que refleja una problemática que ha sido debatida en la vida real: el encubrimiento de abusos y delitos por parte de organizaciones religiosas que buscan proteger su reputación a toda costa.

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Andrés Garrido y Miren en el colegio ‘Los Arcos’. Fuente: Netfllix

A lo largo de la historia, queda claro que la fe puede ser usada tanto para promover el bien como para justificar el mal. En este sentido, la serie no plantea una crítica directa al catolicismo, sino que cuestiona cómo algunas personas instrumentalizan la fe para su propio beneficio.

El dilema entre fe y verdad

Al final, la ‘La chica de nieve’ nos confronta con una pregunta clave: ¿pueden la fe y la verdad coexistir en instituciones que han demostrado su disposición a encubrir crímenes? La respuesta no es sencilla. ‘La chica de nieve’ en su segunda temporada destaca la corrupción dentro de Los Arcos, pero también nos muestra que no todas las personas en la institución son cómplices. 

Jaime Bernal, por ejemplo, representa a aquellos que aún creen en los valores fundamentales que una comunidad de fe debería defender. Sin embargo, su evolución a lo largo de la historia ilustra que la lealtad ciega a una institución no puede estar por encima de la búsqueda de justicia.

Por otro lado, Miren encarna la postura crítica y combativa, la que no duda en desafiar el sistema sin concesiones. Su perseverancia demuestra que, sin importar su incomodidad, la verdad debe salir a la luz.

‘La chica de nieve’ no impone un juicio sobre la religión, sino que nos impulsa a cuestionar el papel de las instituciones y su manejo del poder. Cuando la fe es utilizada como herramienta de opresión y manipulación, pierde su esencia. En un contexto donde el silencio y el miedo desplazan a la verdad, la justicia se torna inalcanzable. Mientras existan instituciones dispuestas a ocultar crímenes en nombre de una moral supuestamente superior, siempre habrá necesidad de voces como los periodistas Miren y Jaime, quienes, con o sin fe, están dispuestos a desafiar el poder y revelar lo que otros intentan esconder.


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