La prestigiosa consultora McKinsey es contundente: Europa tiene una oportunidad como bloque geoestratégico y puede liderar el sector de tecnología profunda con un «enfoque ecosistémico y una estrategia de inversión bien gestionada». Precisamente cuando en Madrid se han presentado esta semana más de 400 propuestas de deep science en el foro S4i, que ofrecen la posibilidad de desarrollar todo tipo de productos, en especial tecnológicos, la consultora pone el foco en la ola de posibles avances científicos y tecnológicos que están dando credibilidad a una visión de que Europa desempeñe un papel de liderazgo en el escenario mundial de la innovación.
El viraje se ve viable justo cuando se airea el debate sobre la falta de competitividad de la vieja Europa respecto a los bloques estadounidense y chino, después de reflejarse el problema con toda su crudeza en el informe Draghi, «que pone de relieve la necesidad de que Europa mejore su ecosistema de innovación y aborde las brechas de inversión».
Entre 2019 y 2023, la participación de Europa en la inversión global en tecnología avanzada aumentó del 10 al 19%, y en 2023, las tecnologías avanzadas representaron aproximadamente el 44% de todas las inversiones en tecnología en la región
La investigación en Europa en avances tecnológicos empieza a mostrar resultados. Entre 2019 y 2023, la participación de Europa en la inversión global en tecnología avanzada aumentó del 10 al 19%, y en 2023, las tecnologías avanzadas representaron aproximadamente el 44% de todas las inversiones en tecnología en la región.
Y esta inversión en tecnologías avanzadas empieza a producir retorno económico, «con una tasa interna de retorno neta media anual (TIR) superior al 16% después de todos los costos y comisiones, en comparación con apenas el 10% de las inversiones en tecnología tradicional.
Da gusto leer en un informe de McKinsey que «existen razones convincentes para ser optimistas respecto del potencial de Europa para convertirse en una potencia en el campo de la tecnología avanzada«, aunque perdiera el tren en los mejores tiempos de boom de Silcon Valley.
No obstante, la consultora ve una pega; las empresas europeas siguen siendo inversores cautelosos, ya que hasta ahora alrededor del 60% de las principales adquisiciones de la región han sido realizadas por entidades no europeas, y Mckinsey insiste en que debemos cambiar esta dinámica.
MCKINSEY VE UNA EUROPA FUERTE EN TECNOLOGÍA PROFUNDA
La tecnología profunda ya no es un futurible, como se advierte en el desarrollo y la implantación de los modelos de gran lenguaje, (LLM) y la IA generativa. Ahora son negocios comunes que deben centrarse en avanzar a gran escala y a servir para abordar desafíos sociales urgentes (el cambio climático o las transiciones energéticas).
Esta tecnología tiene un alcance global, requiere una alta intensidad de inversión y desarrollo (I+D), con elevados riesgos técnicos, que suele desarrollarse en empresas con fundadores con formación tecnológica avanzada, que escasean, y que muestran ingentes necesidades de financiación.
Hay ocho áreas de inversión en las que la tecnología profunda puede darnos grandes alegrías; las nuevas IAs, el futuro de la computación, las nuevas energías, la tecnología del espacio, la robótica, la biotecnogía y la tecnología alimentaria y agrícola, los materiales avanzados y la nanotecnología y, cómo no, la tecnología de la defensa.
Según Mckinsey, esta tecnología profunda promete mayores rendimientos que la tecnología tradicional, porque «los fondos de tecnología profunda han generado, en promedio, en los años disponibles para el análisis hasta la fecha, retornos descomunales. Las inversiones en tecnología profunda superan a las de tecnología tradicional, produciendo una TIR neta promedio del 17% en comparación con el 10 % respectivamente.
Este sólido desempeño, según los inversores de capital riesgo consultados, puede atribuirse a que se trata de sectores con menor competencia, con promotores que tienen altos conocimientos tecnológicos, oportunidades en mercados grandes y globales, que generan muchas más patentes y con un ciclo de vida único, porque «una vez que las empresas emergentes de tecnología profunda dominan las dificultades técnicas, tienen más probabilidades de tener éxito en la comercialización de su producto que las empresas de tecnología tradicionales».
Mckinsey quiere con este informe incentivar la inversión y el desarrollo en Europa de este tipo de empresas basadas en la última tecnología de presente y futuro, y para ello insiste en desterrar mitos.
El rápido crecimiento en Europa de las empresas basadas en tecnología profunda está impulsado por una combinación de avances tecnológicos (particularmente en IA, computación cuántica y secuenciación de próxima generación) y demandas sociales
Así, afirma que las tasas de fracaso de las empresas emergentes de tecnología avanzada son, de hecho, similares a las de las empresas emergentes de tecnología tradicional, salvo en sus primeras etapas de desarrollo, debido a los altos costos en I+D, pero «cuando la tecnología se convierte en un negocio, las probabilidades de fracaso disminuyen».
En cuanto al ciclo de financiación, sí es más lento en los inicios de la actividad, pero «eso cambia a medida que maduran y pasan a las etapas de ingeniería y comercialización». Tampoco es cierto que lleguen menos empresas de alta tecnología a la condición de unicornios; presentan un «índice de unicornio” (una medida de la probabilidad de que una empresa emergente alcance una valoración superior a los mil millones de dólares) del 0,62%, lo que supera el índice del 0,54% de las empresas emergentes tecnológicas estándar«.
Y tampoco son empresas menos eficientes en términos de capital. Sin embargo, a pesar de sus mayores requisitos de financiación inicial, demuestran una mayor eficiencia de capital, sobre todo porque parte significativa de la financiación procedente de fuentes que no diluyen la propiedad, como las subvenciones gubernamentales y los instrumentos de deuda híbridos.
Por todo ello y tras observar el comportamiento de la innovación en Europa y su desarrollo empresarial, hay esperanza porque la deep tech europea está cobrando cada vez más importancia tanto a nivel regional como global, y en la actualidad ya representa una porción «significativamente mayor de la financiación total de capital riesgo europeo en tecnología, aumentando de aproximadamente el 10% en 2010 al 44% en 2023», indican en McKinsey.
Hay que ser optimistas, porque este rápido crecimiento está impulsado por una combinación de avances tecnológicos (particularmente en IA, computación cuántica y secuenciación de próxima generación) y demandas sociales (incluida la urgencia de abordar la crisis climática, la seguridad energética y la resiliencia económica, y la necesidad de soberanía europea en defensa y tecnología).