El emérito Juan Carlos I es nuevamente objeto de interés público debido a una información desvelada en el portal web elnacional.cat, que recoge las afirmaciones de la periodista Pilar Eyre. No solamente se trata de lo polémico que ha sido su pasado y lo que ocurrió en el festejo de su octogésimo séptimo cumpleaños, sino también del vigor inesperado del que todavía disfruta a su edad y de un tratamiento que está siguiendo para lograrlo.
Según lo que ha podido saberse recientemente, los rumores que corren es que tal vitalidad de Juan Carlos I es el efecto producto de un tratamiento con testosterona al que se somete y que le ha permitido mantener una vida íntima similar a la de un individuo de mucha menor edad. Se trata de un asunto que está sometido a un gran debate y que genera una cantidad de preguntas sobre los progresos de las investigaciones científicas y como el ser humano puede o debe moralmente beneficiarse de ellos.
5¿Moralmente se justifica buscar tratamientos con los cuales se extienda la vitalidad, en particular, la sexual?
Elegir ponerse tratamientos de reemplazo de testosterona impone muchas dudas, tanto sociales como éticas:
- ¿Resulta correcto plantear desafíos al proceso normal de declive por envejecimiento del cuerpo humano por medio de intervenciones médicas?
- ¿Existe se una línea entre la obsesión por permanecer vital y el autocuidado y dónde se encuentra?
Con Juan Carlos I, lo que se puede observar claramente es que pretende seguir siendo el mismo hombre vital que siempre fue. Pero, resulta que, para él, ser vital no solo es mantener una ventaja corporal que lo haga sentir joven, sino que le permita mantener sus apetencias y tu estilo de vida. No obstante, su decisión igualmente platea dudas sobre los efectos y riesgos que se derivan de depender de estas prácticas científicas de manera exclusiva para sentirse vivo.