En un contexto en el que parece que se han ampliado las formas de relacionarse hasta el punto de que el formato digital -como las apps- es el que más triunfaba hasta hace un tiempo… La generación Z ha aparecido en escena para darle un vuelco a todo lo concebido hasta ahora y ha vuelto a promover el tú a tú. Tinder, Grindr o Meetic han dado un paso a un lado ante el cansancio que gran parte de los jóvenes han mostrado hacia la superficialidad y el agotamiento emocional vinculado a este tipo de formatos. Es por esto que cada vez más jóvenes están optando por un enfoque más auténtico y pausado: el «slow dating».
3EL ÉXITO DEL SLOW DATING
Una de las claves de su eficacia es el entorno. Los eventos de citas lentas están diseñados para ser acogedores y relajados, eliminando el estrés y la presión que a menudo acompañan a los encuentros tradicionales o las citas rápidas. Aquí, no hay luces brillantes ni música ensordecedora, y tampoco existe la urgencia de impresionar en los primeros cinco minutos. En lugar de eso, hay actividades que invitan a la interacción natural, como juegos, dinámicas creativas o talleres temáticos que sirven como un puente para romper el hielo. Esto permite que las personas se conozcan de manera genuina, sin las barreras ni las expectativas que suelen imponerse en otros contextos.
Otra razón por la que funciona el «slow dating» es que alivia la ansiedad social que muchas veces generan las primeras citas. En lugar de enfrentarse a la incómoda formalidad de una cena cara a cara o la tensión de un encuentro en el que todo parece girar en torno al romance, los participantes de estos eventos están inmersos en actividades grupales donde la atención no recae exclusivamente en ellos. Esto crea un ambiente donde es más fácil ser uno mismo y, al mismo tiempo, genera un terreno fértil para que las conexiones florezcan de manera orgánica.
Además, este enfoque responde al cansancio emocional que han dejado las dinámicas de las aplicaciones de citas. En estas plataformas, la atención se dispersa rápidamente, y muchas veces los usuarios se sienten como un producto en un escaparate, juzgados por una foto o una descripción. El «slow dating» rompe con este esquema, invitando a las personas a conocerse más allá de las apariencias y a descubrir afinidades reales. Las miradas, los gestos y las conversaciones tienen aquí un peso que los algoritmos no pueden replicar.
También hay un aspecto psicológico que juega a favor de este modelo. Según los expertos, como la psicóloga y sexóloga Esther Jiménez, estos espacios generan un sentimiento de seguridad emocional. Al saber que los demás asistentes comparten el mismo propósito —buscar una conexión significativa—, las personas bajan sus defensas y se muestran más auténticas. En un contexto donde muchas relaciones están marcadas por la superficialidad, el «slow dating» ofrece una oportunidad para sentirse escuchado y valorado de manera genuina.