Tras el “barrido rojo” de Trump, Adam Farstrup, director de multiactivos para América, y George Brown, economista sénior de EE.UU. de Schroders, analizan lo que supone el futuro cambio político de EE.UU. para los mercados y para la política mundial.
Tras hacerse con la Cámara de Representantes y el Senado, Donald Trump tiene vía libre para sacar adelante su agenda legislativa cuando regrese a la Casa Blanca. Con el mapa electoral redibujado, hoy analizamos lo que el resultado significa tanto para la economía estadounidense como la mundial, y para los inversores en los próximos cuatro años y más allá.
En cuanto a los mercados, inmediatamente después de conocerse el resultado de las elecciones, vimos repuntar la renta variable, revalorizándose ante la expectativa de que las políticas de Trump seguirán apoyando el crecimiento de la economía estadounidense. Han repuntado las empresas de pequeña capitalización y el sector financiero, entre otros, reflejando parte de la agenda que Trump ha presentado en su campaña electoral.
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También estamos asistiendo a una fortaleza del dólar estadounidense como consecuencia de esas expectativas de crecimiento que respaldan la subida de los tipos de interés de cara al futuro y, por tanto, una política de la Reserva Federal no tan acomodaticia. De hecho, creemos que esto va a empujar claramente a EE.UU. en una dirección de reflación, por lo que reafirmamos nuestra convicción de que la Fed no va a realizar todos los recortes de tipos que había estado sugiriendo que haría anteriormente.
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Por otro lado, hemos visto al Bitcoin subir por la expectativa de que las políticas de Trump hacia las criptomonedas y la tecnología serán mucho más amistosas que las que vimos bajo la administración de Biden. Además, hay que tener en cuenta la desregulación. Una vez más, Trump ha dicho desde el principio que quiere llevar a cabo una desregulación agresiva y eso es parte de lo que se está cotizando en el área de criptodivisas y en el sector financiero, donde hay una agenda desreguladora muy clara como apoyo a Wall Street y conseguir, según Trump, que entre liquidez en la economía.
Fuera del mercado estadounidense, estamos viendo dudas en toda Europa. La renta variable europea ha corregido un poco, pero no tanto como se temía. Luego hemos visto una fuerte subida de nuevo en China, en parte por los estímulos adicionales que se han producido en los últimos días pero, tal vez, también por la expectativa de que este cambio aporte un poco de claridad en el desarrollo de las negociaciones directas entre EE.UU. y China.
En el ámbito fiscal, esperamos que impulse, con el control unificado del Congreso, una renovación completa de los recortes fiscales, e incluso más medidas de apoyo. Creemos que va a ver algunos movimientos en torno a los aranceles con bastante rapidez. Trump ha sido claro al respecto en los días posteriores a las elecciones indicando que seguirá con las políticas arancelarias. Ahora, los mercados se preguntan si será una táctica de negociación y en última instancia, los aranceles no serán tan altos como se planteó en la campaña.
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No sabemos hasta qué punto Trump va a aplicar todas estas políticas. Pero está claro que habrá algún impacto inflacionista y en el crecimiento, empujándolos hacia arriba.
Cuando la gente haga la autopsia de estas elecciones se preguntará cuáles fueron los motivos por los que votó a Trump y, lo cierto es que parece que Trump podría estar empujando la política hacia un cambio estructural. Es probable que los demócratas vean este resultado y sientan que tienen que moverse más en la dirección de Trump. Así que, podríamos ver algunas políticas más populistas por parte de los demócratas, quizás incluso en las elecciones de mitad de mandato, que serán una prueba de fuego para ello.
Este cambio político estructural tiene grandes implicaciones en términos de inflación, crecimiento, pero también, en el déficit presupuestario. Además, es coherente con lo que hemos visto en todo el mundo en el transcurso de 2024, donde muchos de los partidos en el poder han sido expulsados de sus cargos. Esto muestra que estamos viviendo en una era de cambio, donde la gente siente incertidumbre y preocupación por su lugar en el mundo. Y los políticos reaccionarán a ello.
Todo esto va a requerir un enfoque mucho más activo de la gestión de riesgos en esa era. La idea de que podemos simplemente tomar los supuestos del pasado y adaptarlos al futuro ya no es válida. En esta era de disrupción creemos que hay oportunidades y riesgos que los inversores pueden captar siguiendo muy de cerca las políticas reales que emanan de estos gobiernos y sacando provecho de ello.