La Unión Europea se fundó sobre las bases de la energía. La primera semilla fue la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), promovida por los franceses Robert Schuman y Jean Monnet. El Tratado de París de 1951 le dio forma entre seis estados (Francia, Alemania Occidental, Italia, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos).
Posteriormente, el 25 de marzo de 1957, se firmaron dos tratados: el Tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea (CEE) y el Tratado constitutivo de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (CEEA o Euratom). Desde entonces hasta ahora, mucho ha caminado Europa, siempre con la energía en el punto de mira.
Se trata de una unión que no ha parado de crecer, de fortalecerse, y, también, de superar crisis (como, por ejemplo, la salida del Reino Unido en 2020).
Sin embargo, la invasión de Ucrania por parte de Rusia, con el gas de trasfondo, ha marcado un trágico y dramático punto de inflexión. En una economía tan globalizada como la actual, las repercusiones de la guerra iniciada por el presidente Vladimir Putin en febrero de 2022 son insondables. Y mucho más con el regreso del republicano Donald Trump a la Casa Blanca.
Por este motivo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen lleva años impulsando acuerdos para mejorar el mercado energético europeo, instando a los 27 líderes europeos que concentren esfuerzos económicos y políticos en acelerar las inversiones en energías renovables (incluyendo la redacción de un reglamento de emergencia para agilizar al máximo la tramitación administrativa de parques eólicos y solares en toda Europa).
También el Parlamento Europeo quiere extender el uso de las energías renovables, motivo por el cual una abrumadora mayoría de eurodiputados votó en 2022 a favor de aumentar rápidamente el porcentaje de energías renovables en el consumo final de energía de la UE, un objetivo también respaldado por la Comisión Europea dentro de su paquete RepowerEU.
Se trata de impulsar una transición verde que permita a Europa realizar un despliegue rápido y masivo de tecnologías como la solar fotovoltaica o la eólica, para no depender de recursos importados o contaminantes, como el gas o el petróleo. Así, la UE debería proponerse una ambiciosa (y para nada imposible) meta: que el 70 % de su mix energético proceda de energías renovables antes de 2030, logrando así más autonomía energética y una economía más competitiva, contribuyendo, adicionalmente, a la lucha contra el cambio climático.
Las bases para lograr ese objetivo están sentadas, ya que desde 2019 contamos con el Pacto Verde Europeo, un programa de la Comisión Europea orientado a convertir el continente en un espacio climáticamente neutro en 2050, sin perder competitividad y garantizando una transición ecológica justa para todas las regiones europeas.
Sin embargo, territorios históricos como el País Vasco se están desacoplando de esa potente locomotora llamada “transición energética europea”.
La UE debería proponerse una ambiciosa meta: que el 70 % de su mix energético proceda de energías renovables antes de 2030
Los hechos así lo atestiguan: en 2023 la tasa de autoabastecimiento energético de Euskadi seguía estando por debajo del 9 %. Y la participación de energías renovables sobre el consumo final no llegaba ni al 21 %. A eso hay que sumarle que el grado de electrificación de la economía vasca sigue encallado en el 25 %, un valor que se ha mantenido prácticamente constante en la última década, sin mejorar. Son, todos ellos, datos públicos, contenidos en el más reciente informe emitido por el Ente Vasco de la Energía.
¿Qué necesita Euskadi para no desengancharse del competitivo tren de la Unión Europea?
Algo muy sencillo: construir parques solares fotovoltaicos y eólicos, evitando cortoplacistas cálculos políticos.
Sin lugar a dudas, las energías renovables en general, y las plantas solares fotovoltaicas en particular, ayudarán a mejorar la competitivas del País Vasco. Porque son la piedra angular para enfrentar tres retos cruciales:
1) Luchar contra el calentamiento global.
2) Obtener soberanía energética (que se traduce en independencia y en autonomía estratégica).
3) Lograr precios de electricidad mucho más asequibles.
Hay varios datos, muy reveladores, sobre las enormes ventajas que trae consigo la energía solar fotovoltaica.
En primer lugar, hace 15 años construir un megavatio de energía solar fotovoltaica costaba en torno a los 6 millones de euros. Hoy en día, apenas cuesta medio millón de euros erigir un megavatio solar.
En segundo lugar, la eficiencia de los paneles solares ha mejorado drásticamente en los últimos años, pasando de un promedio de casi el 15 % de conversión de la luz solar en energía utilizable a una eficiencia del 27 % con células solares de silicio.
Además, la potencia nominal de un panel solar de tamaño estándar también ha aumentado de 250W a más de 500W. En consecuencia, cada año es factible producir más energía solar en menos espacio.
En tercer lugar, hoy es posible construir una planta solar fotovoltaica de 100 megavatios en menos de 9 meses. Plantas que generarán energía durante más de 30 años.
Muy pocas tecnologías energéticas pueden proporcionar estos niveles de eficacia y de eficiencia, simplemente usando la radiación solar (un elemento de la naturaleza infinito y a nuestra completa disposición). Pero el hecho cierto es que hoy el País Vasco apenas cuenta con 150 MWp de capacidad eléctrica generada con plantas solares fotovoltaicas.
Para detener las tendencias climáticas destructivas, que afectan sobremanera a las regiones costeras, y para mejorar la economía vasca necesitamos acelerar la transición ecológica y energética, con Euskadi a la vanguardia.
Una parte fundamental de la fortaleza y de la independencia del País Vasco recae sobre las decisiones que hoy adopte. Alejarse o acercarse a la energía limpia que impulsa Europa será una de esas cruciales decisiones a tomar, con históricas consecuencias para Euskadi.