El periódico ‘The Guardian’ ha sido pionero a la hora de decir ‘basta’ a X, convertido en un estercolero en el que, inspeccionándose con prudencia y sin ganas de enredar, todavía sobreviven algunas bonitas flores.
El diario británico dice que «la campaña de las elecciones presidenciales de EE.UU. sólo sirvió para subrayar lo que hemos considerado durante mucho tiempo: que X es una plataforma mediática tóxica y que su propietario, Elon Musk, ha sido capaz de utilizar su influencia para dar forma al discurso político».
‘La Vanguardia’ ha tomado el mismo camino tras acusar al antiguo Twitter de haberse convertido «en una plataforma en la que encuentran una caja de resonancia las teorías de la conspiración y la desinformación».
El diario de Godó mantendrá «el seguimiento de personas, entidades, empresas e instituciones en esta red para poder informar puntualmente a sus lectores de mensajes y debates que puedan producirse en ella».
Su director, Jordi Juan, afirma que «desde la llegada de Musk a X, la antigua Twitter, esta plataforma ha ido abusando cada vez más de contenido tóxico y manipulado gracias a la proliferación de bots». «Los tradicionales equipos de moderación que evitaban los contenidos violentos o de odio han ido desapareciendo y la red ha entrado en una deriva que vulnera los mínimos conceptos de ética o de justicia que deberíamos respetar en una sociedad democrática», añade.
Una de sus firmas más reconocidas, el frenético tuitero Pedro Vallín, por ahora no se baja de la red social del pajarito. Pero está promocionando a un nuevo competidor de X. «No me voy a ir aún (de momento), pero que sepáis que ya estoy esperándoos en Bluesky», escribe.
CAÍDA DE TRÁFICO
X, al igual que otras redes sociales, ha dejado de facilitar tráfico a terceros. Algunos periódicos lograban una notable fuente de tráfico de Facebook o la antigua Twitter, que han imitado a TikTok (que rara vez ‘escupe’ al usuario a otras páginas web).
Dice The Guardian que «las redes sociales pueden ser una herramienta importante para las organizaciones de noticias y nos ayudan a llegar a nuevas audiencias, pero, en este momento, X desempeña un papel menor en la promoción de nuestro trabajo». «!– /wp:paragraph –>
Elon Musk, dolido por el golpe, ha asegurado que el periódico con sede es «una máquina de propaganda laboriosamente vil».
LA CAMPAÑA
Elon Musk se va a convertir en una de las estrellas del nuevo Gobierno de Donald Trump, que ha vuelto a la Casa Blanca con la ayuda del hombre más rico del mundo (con una fortuna estimada por encima de los 240.000 millones de euros) y dueño de X.
La campaña norteamericana ha evidenciado cómo las redes sociales están posicionando a la ciudadanía ante la pasividad de algunos editores como el magnate Jeff Bezos. El propietario de Amazon ha impedido posicionarse editorialmente contra Donald Trump a uno de sus periódicos en propiedad, el mítico The Washington Post, que ha perdido 200.000 suscriptores en los últimos días.
El ruido digital también está incentivado por Google. El director de La Vanguardia lamentaba hace unos días que el algoritmo del buscador permite que «una noticia falsa puede tener más clics que una historia bien trabajada».
FAKE NEWS
Algunos expertos reconocen la polarización generada por las redes sociales, a la que algunos periodistas de las grandes cabeceras parecen señalar como único generador de fake news. Las noticias falsas son tan antiguas como la prensa.
Y la democracia, por mucho que lo escondan, los mass media, está más condicionada por los estruendos silencios de las grandes cabeceras sobre temas intocables (Casa Real o grandes empresas) que por el ruido generado por Moscú.