Lo llaman la fragancia del tiempo, y es que todos terminamos ‘oliendo a viejo’ después de los 30 años. A medida que avanzamos en la vida, cada década trae consigo cambios significativos, no solo en nuestro cuerpo y mente, sino también en nuestra huella olfativa. A partir de los 30 años, un fenómeno intrigante comienza a manifestarse: el desarrollo del conocido ‘olor a viejo’.
3La transición de aromas a lo largo de la vida

Por ejemplo, al abrazar a un bebé, muchos de nosotros nos perdemos en ese aroma dulce y reconfortante que parece encapsular la inocencia y la pureza. Sin embargo, este olor es efímero, ya que solo se manifiesta durante los primeros meses de vida, cuando el recién nacido utiliza su sentido del olfato para reconocer a su madre y fortalecer su vínculo afectivo.
Aunque el aroma de bebé es transitorio, a medida que crecemos, otros olores nos acompañan en cada etapa de nuestra vida. Con el tiempo, nuestras secreciones cutáneas y la química de nuestro cuerpo cambian, dando paso a nuevas fragancias que reflejan nuestras experiencias y emociones. Pero, ¿qué hay del famoso estar ‘oliendo a viejo‘? Esta noción, que a menudo genera curiosidad o desdén, es una realidad científica.