Lo llaman la fragancia del tiempo, y es que todos terminamos ‘oliendo a viejo’ después de los 30 años. A medida que avanzamos en la vida, cada década trae consigo cambios significativos, no solo en nuestro cuerpo y mente, sino también en nuestra huella olfativa. A partir de los 30 años, un fenómeno intrigante comienza a manifestarse: el desarrollo del conocido ‘olor a viejo’.
2La evolución de nuestros aromas: desde el olor a bebé hasta que estamos oliendo a viejo

El aroma es un aspecto fundamental de nuestra identidad, como bien señala Patrick Süskind en su célebre obra: «El perfume vive en el tiempo; tiene su juventud, su madurez y su vejez». Esta afirmación resuena profundamente, ya que cada individuo posee una firma olfativa única que va más allá de los perfumes o productos de higiene que utilice. Desde el dulce olor de un recién nacido hasta el característico ‘olor a viejo’, nuestra fragancia personal evoluciona a lo largo de las diferentes etapas de la vida.
Cada ser humano lleva consigo un aroma singular, el cual está determinado por una combinación de factores biológicos y ambientales. Esta firma química no solo se relaciona con la higiene personal o el uso de colonias, sino que también involucra la genética, la dieta y el entorno en el que vivimos.