La crisis de ventas de los vehículos de bajas emisiones está provocando una parálisis empresarial entre los grandes fabricantes y proveedores de la automoción. Mercedes-Benz seguirá vendiendo vehículos de combustión «hasta bien entrada la década de 2030», Stellantis está disminuyendo la producción de los eléctricos en Europa por la baja demanda y Volkswagen no se plantea ni siquiera la posibilidad de adelantar la expansión de los automóviles con esta motorización.
Este ecosistema en crisis parte de quienes venden los coches. A principios de año, Renault y Volkswagen suspendieron sus planes de sacar a Bolsa sus respectivas divisiones de vehículos eléctricos. En el caso del grupo francés, prevé empezar a fabricar el Twingo eléctrico en Eslovenia, aunque fuentes de la empresa admiten que, de momento, el negocio eléctrico «no es rentable«.
Por su parte, Volkswagen planea lanzar un coche eléctrico de 20.000 euros en 2027, aunque en las últimas semanas la compañía ha reconocido que el futuro, de momento, parte de una mayor inversión en híbridos enchufables y, de hecho, eso se hace patente en el lanzamiento de los nuevos modelos del fabricante germano.
La parálisis empresarial en el sector
Dentro del grupo Volkswagen, Audi comunicó hace unas semanas a los sindicatos su intención de cerrar la planta de Bruselas (Bélgica) ante la caída global de las ventas y tras valorar la posibilidad de adelantar el fin de la producción de sus modelos Q8 e-tronic. Una decisión que podría tener un impacto de hasta 2.600 millones de euros en los resultados financieros del grupo en 2024.
Al tiempo, Stellantis disminuyó en Italia la producción de vehículos eléctricos en un 36% en el primer semestre del año. En la planta del grupo en Mirafiori (Turín), donde se ensamblan los Fiat 500 eléctricos, la producción entre enero y junio se desplomó un 63% y se detendrá la actividad desde el pasado 15 de julio hasta el 15 de agosto.
En mayo, Mercedes-Benz alejó una vez más de sus ambiciosos objetivos en materia de electrificación de sus vehículos programada para 2030 ante el debilitamiento del negocio. «Continuaremos fabricando vehículos híbridos y con motor de combustión hasta bien entrada la década de 2030 si existe la demanda», dijo su director general, Ola Källenius.
La crisis global de los vehículos eléctricos
Pero esta crisis no solo afecta a los fabricantes europeos. Tesla fue la primera que levantó las señales de alarma. En su último informe de sostenibilidad, la empresa pionera en esta nueva movilidad excluyó por primera vez este 2024 el objetivo de fabricar 20 millones de vehículos eléctricos al año para 2030, casi el doble de los que vende Toyota, el mayor fabricante de coches del mundo.
En el caso de la empresa nipona, ha afirmado varias veces estar centrada en reducir las emisiones a través de la tecnología híbrida antes de apostar a las claras por el eléctrico.
Durante la última semana, Ford ha confirmado que va a reequipar su planta en Canadá para producir camionetas grandes en lugar de los utilitarios deportivos eléctricos que había planteado fabricar allí en un principio. La decisión del fabricante de Detroit llegaba horas después de que General Motors dijera que espera fabricar entre 200.000 y 250.000 automóviles y camiones de baterías este año, alrededor de 50.000 menos de lo que había pronosticado hasta ahora.
Y más allá está el ejemplo de Fisker, la ‘startup’ que nació por y para el vehículo eléctrico. El 18 de junio se declaró en quiebra y anunciaba su intención de poner a la venta los activos de la compañía para reestructurar la deuda tras hacer frente a una elevada quema de efectivo para entregar el SUV Ocean en Estados Unidos y Europa, que ya vende con más de un 200% de descuento para acabar cuanto antes con sus existencias.
En resumen, la crisis de los vehículos eléctricos está afectando a todo el ecosistema de la automoción, desde los grandes fabricantes hasta los proveedores de baterías y componentes. La caída de la demanda y los problemas de rentabilidad están obligando a las empresas a recalibrar sus estrategias y retrasar sus ambiciosos planes de electrificación. Esta situación pone en duda el cumplimiento de los objetivos de descarbonización del transporte en los plazos previstos.