En el sector de la eólica marina, como en cualquier otro, la lentitud regulatoria produce inseguridad, y los gigantes industriales son muy asustadizos. Prueba de ello es la decisión de Shell de abandonar sus proyectos de aerogeneración offshore en España, un paso que ya dio la noruega Orsted hace unos meses y que añade aún más incertidumbre al ya cargado ambiente en este área de las renovables.
Según informa elnacional.cat, el coloso angloneerlandés de los hidrocarburos ha confirmado que ha abandonado el escenario de la eólica offshore de nuestro país, dejando compuesta y sin socio a Capital Energy, compañía con la que habían firmado una alianza comercial para el desarrollo conjunto de proyectos en aguas de soberanía española y portuguesa.
La cancelación habría tenido lugar hace meses y se enmarca en los nuevos planes estratégicos de Shell, que incluyen un retroceso en su negocio de eólica marina flotante. La multinacional también ha ‘plantado’ sus proyectos conjuntos con Hexicom, en Corea del Sur, y se ha deshecho del el 50% de Ocean Winds, entidad con la que desarrollaba eólica marina de la mano de Engie y EDPR.
LOS OBSTÁCULOS A LOS QUE SE ENFRENTA LA EÓLICA FLOTANTE
La eólica marina flotante, predominante en España debido a la profundidad de las aguas, consiste en la instalación de turbinas sobre plataformas oscilantes en lugar de sujetas al lecho marino, al contrario que en la eólica marina tradicional. A las ventajas de ésta sobre la eólica terrestre, como la muy superior potencia del viento en el mar, añade otras como el menor impacto ecológico, al no requerir de un soporte fijo para los aerogeneradores.
Sin embargo, el desarrollo de esta variante eólica en aguas nacionales se ha visto entorpecido por el lento ritmo regulatorio y administrativo. La industria tuvo que esperar años para que el Ministerio de Transición Ecológica finiquitara el Plan de Ordenación del Espacio Marítimo (POEM) que determina en qué zonas del litoral se pueden instalar turbinas; mientras que aún no han sido aprobadas las subastas públicas que deben dar luz verde a los proyectos empresariales en este sector.
por muchas precauciones que se tomen, los aerogeneradores son un elemento de disrupción en el ecosistema marino, lo que hace inevitables los conflictos con la industria pesquera
Además, la tremenda relevancia de la industria pesquera en España hace inevitables los conflictos, puesto que, por muchas precauciones que se tomen, los aerogeneradores son un elemento de disrupción en el ecosistema.
La semana pasada, cientos de pescadores se concentraron ante la lonja de Cangas (Pontevedra) en contra de los proyectos de eólica marina que se prevén llevar a cabo en las costas gallegas. La protesta fue apoyada por los pósitos de Galicia y contó con la presencia del presidente de las cofradías españolas y patrón mayor de Burela (Lugo), Basilio Otero, y el presidente de las cofradías gallegas, José Antonio Pérez Sieira, así como con el portavoz de la Plataforma en Defensa de la Pesca, Torcuato Teixeira, además de marineros llegados de Asturias, entre otros.
En la manifestación, celebrada el sábado 11 de mayo, se leyó un manifiesto que exhortaba al sector pesquero a plantar cara «frente a la codicia de los Repsol, Naturgy, Iberdrola o Endesa» y denunciaba «la pasividad e incluso colaboración de algunas administraciones, como el Gobierno español y la Xunta de Galicia, con los promotores de la eólica marina».
LA INDUSTRIA ENFRÍA SU ENTUSIASMO Y CONGELA SUS PROYECTOS
Este embudo de normativa y gestión ha enfriado el entusiasmo de los industriales, que están empezando a desistir. Hasta la ‘espantada’ de Shell, el caso más sonado fue el de Orsted, cuyas estrecheces financieras le llevaron a retirarse de varios importantes mercados internacionales de eólica marina, entre ellos Noruega, Portugal y España.
Más allá de la ineficacia administrativa en nuestro país, la eólica marina flotante es una fuente de energía que plantea duros desafíos en cualquier parte del mundo. A nivel técnico, los problemas son constantes, dado que las turbinas fluctúan sobre el mar en lugar de estar sujetas a un cimiento submarino. Económicamente, exige una tecnología cara; y, como ocurre en muchas otras áreas de la generación ‘verde’, la desproporcionada competencia china encoge el margen de beneficio.
No es poco lo que nos jugamos en el envite. Según la Asociación Empresarial Eólica (AEE), en un escenario en que la eólica marina tenga un alto impacto y se instalen 22 gigavatios (GW), la contribución anual al PIB alcanzaría los 7.752 millones en 2050, generando 43.998 empleos directos y 33.828 empleos indirectos. Se trataría, además, de puestos de trabajo cualificados y de calidad, que en muchas ocasiones podrían ser ocupados por trabajadores provenientes de las industrias del petróleo y el gas por la similitud con la tecnología eólica marina, ayudando de esta manera a la transición energética que se llevará a cabo en los próximos años.