La proliferación de imágenes hiperrealistas generadas por Inteligencia Artificial plantea el desafío de distinguir entre lo real y lo falso en la era digital. Este fenómeno no solo amenaza la privacidad personal, sino que también podría dar lugar a situaciones donde se utilice la imagen de alguien para crear contenido falsificado, como vídeos o fotografías comprometedoras, con el riesgo de difamación o manipulación de la percepción pública.
Estos días hemos sido testigos de la polémica por la difusión viral de imágenes muy explícitas generadas por inteligencia artificial de la famosa artista Taylor Swift. Este incidente vuelve a evidenciar los riesgos asociados con el mal uso de esta nueva tecnología capaz de crear imágenes convincentemente reales y perjudiciales.
5ES UN DELITO
Independientemente de la tecnología empleada, ya sea Photoshop, deepfakes o programas de generación de imágenes con Inteligencia Artificial, el uso no consensuado de nuestra imagen personal, especialmente para contenido pornográfico, constituye una violación de nuestros derechos fundamentales. Esto incluye el derecho a la imagen y al honor. En casos de desnudos, contenido pornográfico o de índole sexual, se considera un delito contra la intimidad y, además, implica una vulneración de la protección de datos personales. Es decir, aunque la imagen sea falsa, se trata como si fuese real, el delito es el mismo.