Todos conocemos a alguien que, en pleno invierno y durante una ola de frío polar, persiste en llevar manga corta. Al observar a personas enfrentarse a la nieve, el viento gélido y las escarchas matutinas, e incluso sumergirse bajo cascadas de agua helada, surge la inevitable pregunta sobre qué fuerza o poder especial les permite adaptarse a ese frío. ¿Podría ser el frío un fenómeno psicológico? Existen diversos receptores sensoriales que intervienen en la detección de la temperatura por el sistema nervioso humano, formando parte de la extensa red sensorial que permite al cuerpo percibir estímulos del entorno.
7SE PUEDE DESARROLLAR MAYOR TOLERANCIA AL FRÍO
Entrenarse para resistir mejor las bajas temperaturas implica, en primer lugar, una predisposición mental sólida, creyendo en la capacidad de sobrellevar la situación y encontrar disfrute en ella. En algunas tradiciones, como las budistas y sintoístas en Japón, sumergirse bajo cascadas es una práctica que conecta con la naturaleza y sus fuerzas, buscando recoger energía y espíritu. Sin embargo, no necesitamos llegar hasta esto para poder adaptarnos al frío y que las bajas temperaturas del invierno resulten menos molestas.
Aceptar gradualmente el clima invernal y aprender a reaccionar mediante la producción de calor y el equilibrio del sistema termorregulador son pasos clave. El proceso debe ser progresivo, permitiendo que el cuerpo se adapte de manera efectiva a estímulos fríos, comenzando desde niveles más bajos y avanzando gradualmente.