La cumbre de la ONU para el clima (COP28) ha finalizado hoy con un compromiso tibio, pero compromiso al fin y al cabo, para poner fin a la era de los combustibles fósiles como fuente de energía dominante en el planeta. Finalmente, y tras mucha brega, se ha alcanzado un consenso sobre la palabra clave del acuerdo: «transición». Será ese término, y no ‘reducir’ ni ‘eliminar’, el eje sobre el que girarán los esfuerzos para limitar el calentamiento global a 1,5 grados, un objetivo que se mantiene a flote, a duras penas, pese a la hostilidad del bloque petrolero.
La COP28 ha sido, más que nunca, un campo minado. Y no solo por la presencia masiva de ‘lobbystas’ vinculados a la industria de los hidrocarburos, sino por la agenda particular de los mismísimos anfitriones. La conferencia se ha celebrado en los Emiratos Árabes Unidos (EAU), una petromonarquía del Golfo Pérsico poco interesada en descarbonizar la economía, que además designó como presidente de la reunión al mandamás de su empresa estatal de petróleo. Por si fuera poco, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) ha socavado las negociaciones desde el principio, con llamamientos expresos al boicot de cualquier hoja de ruta perjudicial para el mercado del crudo.
NI ELIMINAR NI REDUCIR: «TRANSICIONAR PARA ALEJARSE»
Esta enrarecida atmósfera degeneró en tensiones constantes y una falta casi total de convergencia, que a punto han estado de hacer del encuentro un completo fiasco. Tras un fallido borrador que despertó la indignación de la comunidad internacional, la presidencia de la cumbre ha hecho borrón y cuenta nueva con un nuevo texto que ha salvado del ridículo a los implicados, aunque para ello ha sido necesario recurrir al ‘tiempo de descuento’ (el término de la conferencia estaba previsto para este martes a las 11:00).
El pacto finalmente adoptado establece que los países firmantes deben «transicionar» para «alejarse» del uso de los combustibles fósiles para el abastecimiento de energía. Este proceso debe acelerar la marcha durante esta década, considerada «crítica» para alcanzar el objetivo consensuado de alcanzar la neutralidad de las emisiones de carbono en 2050.
En el plano climático, la referencia empleada ha sido el Acuerdo de París, que dispone la limitación del calentamiento global a 1,5 grados respecto a los niveles previos a la Revolución Industrial. Por consiguiente, se insta a los estados a triplicar la capacidad instalada de renovables y duplicar la eficiencia energética para 2030, así como reducir progresivamente el uso de tecnologías basadas en carbón, sustituyéndolas por sistemas neutros en carbono.
El controvertido presidente de la COP28 -y también presidente de la Compañía Nacional de Petróleo de Abu Dhabi (ADNOC, por sus siglas en inglés)-, Sultan al Jaber, se ha referido al acuerdo como «paquete histórico». «Las generaciones futuras tal vez no sepan sus nombres, pero tendrán una deuda de gratitud con cada uno de ustedes», ha dicho a los asistentes.
«Se trata de un plan basado en la ciencia», ha agregado Al Jaber. A esa misma ciencia apelaba hace unas semanas cuando proclamó que «no hay ningún escenario que afirme que la eliminación progresiva de los combustibles fósiles es lo que nos llevará a limitar el calentamiento global a 1,5°». Unas declaraciones claramente negacionistas que fueron uno de los mayores vectores de polémica en la cumbre.
LA COP28 ALCANZA UN COMPROMISO LAXO
Por su parte, Simon Stiell, el secretario ejecutivo de UNC Climate Change, considera necesario «señalar un duro freno a los combustibles fósiles y su contaminación, que quema el planeta», aunque ha refrenado la euforia: «Es un salvavidas de la acción climática, no una línea de meta», ha aclarado. «No hemos pasado página en la era de los combustibles fósiles, pero éste es claramente el principio del fin» -ha manifestado en redes sociales- «Debemos continuar con la tarea de poner plenamente en práctica el Acuerdo de París».
Más entusiasmada se muestra la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera, la cara visible de la UE en la COP28: «¡Hecho! ¡El acuerdo demuestra que París cumple y que podemos ir más allá!», ha escrito Ribera en su perfil de la red social X (la antigua Twitter). La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, se ha manifestado en la misma línea, celebrando el pacto final como «el comienzo de la era posfósil».
MIENTRAS LOS PAÍSES PETROLEROS SE SIENTEN CÓMODOS CON EL ASÉPTICO PROPÓSITO DE «TRANSICIÓN», LAS NACIONES INSULARES MÁS AFECTADAS POR EL CAMBIO CLIMÁTICO SE MUESTRAN DECEPCIONADaS CON EL ACUERDO
Una de las claves en el desbloqueo de las negociaciones ha sido la flexibilidad concedida en el cumplimiento del compromiso acordado. Arabia Saudí, que en los prolegómenos de la cumbre había rechazado con fuerza la idea de eliminar gradualmente o siquiera reducir los combustibles fósiles, se siente cómoda con el concepto de transición, según una fuente interna del reino consultada por Bloomberg. El lenguaje finalmente adoptado es aceptable para Riad y otros grandes productores de petróleo, porque les permite un alto grado de discrecionalidad en cuanto a métodos y plazos.
Es precisamente esa permisividad lo que ha decepcionado al bloque contrario al de los saudíes, el de los países insulares más afectados por el cambio climático. Así, la delegación samoana ha recordado que se suponía que la conferencia de la ONU limitaría drásticamente la quema de petróleo y gas, pero, en cambio, ha acordado «seguir como siempre», ignorando las medidas drásticas necesarias.
«Nuestros líderes y ministros han sido claros: no podemos darnos el lujo de regresar a nuestras islas con el mensaje de que este proceso nos ha fallado», ha afirmado la representante de Samoa, Anne Rasmussen. «Hemos llegado a la conclusión de que no se ha logrado la corrección de rumbo necesaria», ha denunciado, agregando que el acuerdo «puede hacernos retroceder en lugar de avanzar».