Durante la mañana de hoy en Estados Unidos, la rentabilidad (TIR) del bono estadounidense a diez años (Treasury) ha tocado el 5% (5,022%) de rentabilidad ante otra jornada de presión vendedora.
Y es que el activo con madurez en agosto de 2033 ofrece una revalorización de 104,98 puntos básicos en lo que llevamos de año, pero de sólo 67,27 puntos básicos en los últimos doce meses.
Una de las preocupaciones entre los inversores es que Los bonos estadounidenses pueden mandar al euro dólar a las 1,02 unidades, tal y como contamos en Merca2 hace unos días.
Pese a ello, desde un punto de vista de la inversión, también contamos que Los bonos son atractivos desde una perspectiva a largo plazo. Esa es la opinión que apuntan los analistas de Amundi AM en su documento Global Investments News correspondiente al mes de octubre.
En cualquier caso, la noticia del día es que la rentabilidad del bono estadounidense a diez años se ha ido a máximos de 16 años y que, según explican hoy en Bankinter, si la macro no afloja, es difícil que la TIR de los bonos se relaje, al menos hasta conocer el mensaje y las perspectivas del BCE (próximo jueves 26) y de la Fed (31 de octubre/1 de noviembre).
La rentabilidad de los bonos trata de buscar equilibrio en medio de un contexto con varios factores que mueven las rentabilidades en direcciones opuestas. Por un lado, un reenfoque más suave de los miembros de la Fed y un movimiento de risk-off ante el conflicto Israel/Palestina produjeron una caída de las rentabilidades.
Pero, en contraposición, la fortaleza macro (Ventas Minoristas, Producción Industrial en EE. UU.), el repunte en los precios del petróleo, el mantra de tipos más altos durante más tiempo, la preocupación por los déficits en Europa y las emisiones en el mercado primario siguen jugando en contra.
BONO: LA INFLACIÓN, UNA GUERRA DE DESGASTE
Clément Inbona, gestor de fondos de La Financière de l’Echiquier (LFDE) describe la inflación en EE.UU. como “una guerra de desgaste a largo plazo”. A pesar del crecimiento económico sostenido, el experto afirma que “el combate contra la inflación parece estar lejos de haberse ganado” y advierte que “cantar victoria demasiado pronto puede tener repercusiones devastadoras.”
Ciertamente, la inflación total y su índice menos volátil que excluye la energía y la alimentación descienden desde hace varios meses, pero el combate contra la inflación parece estar lejos de haberse ganado, pues los niveles de inflación son todavía superiores al objetivo del 2 % de la Reserva Federal estadounidense (Fed).
Aunque la lectura de las últimas encuestas sobre el mercado laboral apunta a dificultades en su trayectoria futura, EE. UU. se mantiene en una situación de pleno empleo. El crecimiento económico también ha aguantado bien. Previsto actualmente en el 2,1 % en 2023 y sostenido por un consumo resistente y un gasto público fastuoso, el crecimiento no ha dejado de revisarse al alza desde comienzos de año. También cabe apuntar que los mercados financieros han atravesado el ciclo de endurecimiento sin sacudidas demasiado violentas, a pesar del deterioro que están sufriendo las condiciones financieras.
Aun así, afirmar que hemos ganado la guerra contra la inflación es una exclamación de victoria que se antoja prematura, a la vista de las enseñanzas que nos deja la historia económica. Los últimos episodios de fiebre inflacionista de esta magnitud se remontan a las décadas de 1960 y 1970. En aquel entonces, cada terremoto inflacionista había dado paso a una réplica que obligaba a la Fed a endurecer de nuevo su política monetaria, lo que provocaba una fuerte ralentización económica, incluso una recesión, llegando incluso a provocar un endurecimiento radical de la política monetaria hacia tipos cercanos al 20% y casi un 10% superiores a la inflación observada en algunos periodos.
La guerra contra la inflación es, por tanto, una guerra de desgaste a largo plazo. Abandonar el campo de batalla y cantar victoria demasiado pronto puede tener repercusiones devastadoras.
NOVEDADES EN LAS REUNIONES DE LOS BANCOS CENTRALES
Los analistas de Bankinter señalan que en las próximas reuniones de los bancos centrales (incluyen también al de Canadá, Japón e Inglaterra) es probable que veamos un denominador común: tipos sin cambios y referencias a mantenerlos en estos niveles durante un tiempo prolongado. De hecho, Philip Lane (BCE) ya adelantó en su última comparecencia que habría una pausa en las subidas y que no espera movimientos hasta mediados de 2024.
En definitiva, los bancos centrales tendrán un impacto más bien limitado, salvo un cambio de guion por parte de Powell (Fed) o Lagarde (BCE). El mercado cada vez interioriza más el mantra de tipos altos y sitúa las primeras bajadas de tipos en el tercer trimestre de 2024 para la Fed y el BCE. Por tanto, las referencias macro de las próximas semanas, entre las cuales tendremos referencias importantes (en EE.UU.: PIB, PCE. En UEM: IPC, PIB), serán clave para la evolución de las rentabilidades.