Te encuentras frente a una fecha límite y sabes que deberías empezar lo antes posible, pero te resulta difícil evitar caer en la procrastinación. En lugar de abordar lo que debes hacer, te distraes respondiendo correos, organizando archivos, llamando a tu abuela, ordenando tus calcetines o clasificando las especias alfabéticamente. Cualquier cosa que encuentres para seguir posponiendo ese proyecto desalentador, solo para luego enfrentar las consecuencias de la procrastinación.
El término «procrastinar» tiene su origen etimológico en el verbo latino «procrastināre», que significa posponer hasta mañana. Sin embargo, va más allá de simplemente postergar de manera voluntaria. La procrastinación también tiene mucho que ver con el término en griego antiguo «akrasia», que es algo así como hacer algo en contra de nuestro mejor juicio. La procrastinación es uno de nuestros peores enemigos, ya que nos hace sentir mal. Cuando procrastinamos, somos completamente conscientes de que estamos buscando excusas para evitar una tarea que nos da pereza. Además, sabemos que hacerlo es probablemente una mala idea. A pesar de ello, seguimos procrastinando sin importar las consecuencias.
54.- TÉCNICA POMODORO
Cuando trabajas en intervalos más cortos y te tomas descansos regulares, estás adoptando la estrategia de realizar varios sprints en lugar de un largo maratón. La investigación científica respalda este enfoque, mostrando que trabajar en periodos de tiempo más cortos y tomar descansos adecuados puede aumentar la productividad y ayudar a combatir la tentación de procrastinar.
Un estudio sugiere que trabajar durante 52 minutos seguidos y luego tomar un descanso de 17 minutos puede ser un sprint ideal para mantener un alto nivel de productividad. Otra técnica popular es la técnica Pomodoro, que consiste en trabajar durante 25 minutos y luego tomar un breve descanso.
Aunque pueda parecer contraproducente detenerte y tomar descansos cuando tienes prisa, en realidad es beneficioso tanto para tu cordura como para tu productividad. La ciencia respalda esta idea al demostrar que cuando permites que tu mente descanse y divague, las regiones del cerebro asociadas con la resolución de problemas complejos se activan, lo que puede ayudarte a encontrar soluciones más creativas y efectivas.