Vladimir Putin intenta sacarse la bala que se ha disparado en el pie con la estrategia de ‘cerrar el grifo’ de los hidrocarburos para perjudicar a los países contrarios a su guerra. El Gobierno del gigante euroasiático ha anunciado el levantamiento de las restricciones impuestas a la exportación de combustible diésel entregado a los puertos marítimos a través de oleoductos, aunque con condiciones: la compañía productora debe haber suministrado al mercado interno al menos el 50% del combustible diésel producido.
De este modo, Rusia alivia en parte el veto impuesto hace unas semanas a las exportaciones de combustible con el fin de estabilizar el mercado interior, donde la escasez de diésel había empujado al alza los costes, provocando una escalada de los precios en todo el mundo.
Asimismo, para evitar posibles «exportaciones grises», el Gobierno de Vladimir Putin ha anunciado que, tras el levantamiento de las restricciones actuales a la exportación de combustible fuera del país, se ha introducido un impuesto protector sobre los productos petrolíferos.
El importe del gravamen aplicado será de 50.000 rublos (475 euros) por tonelada para los proveedores de productos petrolíferos de terceros, aquellos que los compran en el mercado para revenderlos posteriormente. Así, el Gobierno reprime los intentos de los revendedores de comprar combustible por adelantado para su posterior exportación una vez que se levanten las restricciones actuales», ha indicado el Ejecutivo ruso.
EL OTRO FRENTE DE PUTIN: LOS CARBURANTES
El pasado septiembre amanecía con una pésima noticia para el entramado energético internacional: Arabia Saudí y Rusia, los dos mayores exportadores de crudo del mundo, confirmaron que mantendrán hasta fin de año los recortes a su producción en 300.000 y un millón de barriles diarios, respectivamente. Occidente, ya acogotado por la inflación, conocía que seguirá bajo la tenaza energética de Putin y Oriente Medio, que nos condena al presente escenario de estrecheces y subidas de tipos.
En su Informe sobre el Mercado del Petróleo, la Agencia Internacional de la Energía (AIE), pronosticó que los mercados se enfrentan un déficit de 1,2 millones de barriles al día en lo que queda de año. Sólo en agosto, los inventarios mundiales de crudo perdieron 75 millones de barriles, un desequilibrio que amenaza con acentuar aún más la volatilidad de los precios, poniendo en entredicho la estabilidad económica global.
En el último mes, la gasolina se ha encarecido un 1,16% y el gasóleo un 4%, llegando a precios que no se veían desde julio del año pasado y desde el invierno pasado, respectivamente, cuando la crisis energética estaba en su punto álgido.
Por entonces los precios en el surtidor estaban artificialmente rebajados por la subvención de 20 céntimos por litro impuesta por el Gobierno durante los últimos ocho meses de 2022 debido a los desequilibrios desatados por la invasión de Ucrania, que amenazaban con destruir miles de empresas y puestos de trabajo.
A cierre de esta edición, llenar un depósito medio de 55 litros cuesta 96,3 euros en el caso de la gasolina y 92,8 euros en vehículos diésel. Desde comienzos de este año, los precios en la gasolina y el gasóleo se han incrementado un 26,6% y un 15,6%, respectivamente, momento en el que se dejó de aplicar el descuento del Gobierno.
La gasolina continúa en su escalada de precios con una subida del 18,63% respecto a 2022 y con precios también sin precedentes, salvo los registrados inmediatamente después de la invasión de Rusia a Ucrania. La anterior bajada en los precios de la gasolina y la última en el caso del gasóleo se produjeron entre junio y julio, a inicios del verano, cuando los precios se situaban casi un 10% más baratos en el caso de la gasolina y un 15% en el caso del gasóleo.